En esta ocasión no se permitían preguntas. Sin embargo, todos se planteaban el mismo interrogante: ¿Por qué tenía que marcharse Hagel, si todo era tan perfecto? ¿Se trataba de una destitución forzada o de una dimisión voluntaria? Lo que está claro es que con la marcha de Hagel, Obama pierde a un aliado que estuvo mucho tiempo a su lado.
Una dimisión en medio de una guerra, una guerra contra la milicia terrorista Estado Islámico (EI), en medio de la retirada de tropas de Afganistán. Algo realmente fuerte debe de haber ocurrido para que Obama y Hagel se separen precisamente en esta situación.
No sólo desde las elecciones al Congreso el presidente Obama está sometido a una mayor presión. Desde hace más de tres meses los aviones de combate estadounidenses sobrevuelan Siria e Irak casi a diario atacando posiciones de la milicia terrorista. Recientemente Hagel señalaba que se habían registrado los primeros éxitos, pero entre líneas tuvo que reconocer que la dinámica del EI aún estaba lejos de quebrarse.
"Habrá contratiempos", dijo Hagel hace un par de semanas públicamente. La lucha será larga, reconoció sin parecer ya un confiado señor de la guerra.
Obama sabe que se lo juega todo en Irak y en Siria: está en juego su herencia, su lugar en los libros de historia. Y es que asumió el cargo con la promesa de poner fin a las guerras en Afganistán y en Irak. Y durante mucho tiempo pareció que lo iba a lograr.
Pero el EI lo sorprendió en un mal momento, y fue precisamente Hagel quien desde hacía tiempo había alertado internamente de ese peligro: a mediados del año pasado, dijo ante las cámaras que el Estado Islámico era "un peligro inminente" para los intereses estadounidenses, poco después de que Obama subestimara a los yihadistas.
Ahora, si Obama quiere entrar en la historia como un artífice de la paz en la región tendrá que golpear y debilitar de forma decisiva, o exterminar a los yihadistas.
Y lo que es cuestionable es que Hagel sea el hombre adecuado para hacerlo. Obama no tiene mucho tiempo, pues como tarde a mediados del próximo año comenzará la campaña a la presidencia de cara a 2016. Y la pregunta que muchos se hacen es si el supuesto "artífice de la paz" querrá entonces dar la imagen de "señor de la guerra".
A ello se suma otra disputa en la cuestión siria: en la Casa Blanca se debate cada vez más si la lucha sólo debe ir dirigida contra el EI o si también debe golpearse al régimen sirio del presidente Bashar al Assad. La guerra civil siria es la segunda herida abierta del presidente.
Y tampoco aquí pareció ser Hagel de mucha ayuda hasta el momento. "No podemos lograr nuestros objetivos en Siria de una vez", dijo recientemente, sonando un tanto desorientado.
El nombramiento de Hagel a comienzos de 2013 parecía un golpe maestro del presidente: un republicano, un veterano de Vietnam convertido en contrario a la guerra de Irak. Un hombre ideal para poner en marcha la retirada de tropas de Irak y Afganistán.
Pero entonces Hagel tuvo que transformarse y convertirse en el señor de la guerra que debía vencer desde Washington a una milicia terrorista que apreció con fuerzas tras un largo silencio. Y eso no podía salir bien. Al parecer, según fuentes conocedoras de la situación, ambos optaron por una separación de común acuerdo. (DPA)