Algunos de los más intensos se libraron en torno al mediodía en la localidad de Ain Zara, a escasos veinte kilómetros del centro de la capital, antes de que una fuerte tormenta de arena cubriera la capital libia.
Pese a la dureza en algunos instantes de los duelos de artillería y las escaramuzas con armas ligeras, ninguno de los dos contendientes logró avances significativos en el terreno ni reportó víctimas.
"El objetivo es asegurar las posiciones recuperadas y hacer retroceder aún más a los tropas terroristas" bajo el mando del mariscal Hafter, explicó a Efe una fuente de seguridad.
"La meta es recuperar el área en torno al antiguo aeropuerto internacional de Trípoli" en desuso desde hace años y principal conquista de las tropas orientales desde que el pasado 4 de abril emprendieran el cerco de la ciudad, agregó.
Responsables militares en la ciudad oriental de Tobruk indicaron, por su parte, que la segunda fase de la ofensiva sobre la capital incluye fortalecer la posición en el aeródromo y ampliar el cinturón de seguridad que le rodea para poder usarlo como base logística para extender la batalla a los barrios del norte.
En particular, las posiciones ya alcanzadas en el campo de Yarmuk y los distritos de Wadi Rabie, Sabaa, Aziziya y Abu Salim Y Qasir Ben Ghashir, escenarios también este lunes de duelos de artillería ligera y armas cortas.
La crudeza de los combates -que han segado ya la vida de 246 personas y causado heridas a 1,228 según cifras de la ONU- obligaron este lunes a decenas de familias a huir de sus hogares y buscar refugio en escuelas del norte.
"Hemos salido esta mañana. los bombardeos han alcanzado nuestra casa. No podemos aguantar más, lo hemos perdido todo", explicó a Efe una joven pareja que llegó en coche a la escuela "Mártires de al Fannaj", en Ain Zara.
Según su director, Mohammad Amar, en la escuela conviven desde hace más de dos semanas 26 familias, la mayoría procedentes del distrito de Kalat Farjan, una zona de cultivos en el extrarradio sur de Trípoli.
"Tenemos cuatro médicos que atienden a los enfermos y voluntarios que se ocupan de entretener a los niños, guardar el orden, la limpieza y hacer la comida. Aceptamos todo tipo de ayuda, la mayor parte procede de la solidaridad vecinal", explica.
"Sí la guerra se prolonga mucho y llegan más familias supondrá un verdadero problema. esperemos que no lleguemos a esa situación de emergencia", agregó Amar.
Uno de los primeros en llegar a la escuela fue Mohamad Othman, un fontanero retirado, padre de diez hijos, que dejó su casa atrás cuando los combates se intensificaron y alcanzaron la primera zona urbana de Ain Zara.
"No sé si sigue en pie. Mi casa da a la carretera y temo que haya sido ocupada o destruida. No pensamos cuanto tiempo estaremos aquí, pero aquí estamos bien. Solo nos queda confiar en Dios, Él es el más sabio", declaró.
Según cifras de la ONU, más de 32.000 personas se han visto obligadas a desplazarse de forma interna desde que se iniciara una conflagración que los expertos vaticinan podría prolongarse durante varios meses.
La batalla por el control de Trípoli estalló el pasado 4 de abril, fecha en la que Hafter, un ex miembro de la cúpula militar que aupó al poder al dictador Muamar al Gadafi, ordenó la conquista de Trípoli con el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, en su interior, en un claro mensaje a la comunidad internacional.
En los enfrentamientos también participan milicias procedentes de la vecina ciudad estado de Misrata, principal puerto comercial de Libia, enviadas en auxilio del gobierno impuesto por la ONU en 2016 tras su fallido plan de paz.
La batalla de Trípoli, que de resultar victoriosa para Hafter le concedería prácticamente el control absoluto del país, ha puesto de relieve la compleja red de injerencias extranjeras que padece Libia desde la revolución que en 2011 acabó con la dictadura de Muamar al Gadafi.
En particular entre Francia, afín al mariscal Hafter, e Italia, principal apoyo político del GNA y uno de los socios militares de la ciudad estado de Misrata, donde tiene desplegadas tropas.
La semana pasada, el jefe del Gobierno impuesto por la ONU en Trípoli, Fayez al Serraj, se quejó de la posición de países como Estados Unidos o Rusia, que han evitado condenar a Hafter, o como Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Egipto, que apoyan decididamente al militar.