También hay pancartas con los coloridos tonos de las facciones que componen Syriza: los trostkistas, maoístas, ecologistas, asociaciones de derechos de los homosexuales y sindicatos. Pero sobre todo lo que se ve por las calles son ciudadanos que no proceden de los movimientos militantes de izquierda.
"Para nosotros estaba claro. Los conservadores nos han asfixiado. Ahora les hemos dado una respuesta", afirma a dpa el maestro Vassos Kaparos, de 52 años y procedente del norte de Grecia.
Sus tres hijos están desempleados. Uno de ellos emigró hace un año a Holanda. En los últimos cuatro años perdió casi el 50 por ciento de sus ingresos. "Nunca fui un izquierdista", dijo Kaparos. "Me han convertido en uno".
El médico Spyros Karras, de 76 años, se muestra entusiasmado. Procede de una familia de tradición izquierdista y muchos de sus parientes fueron deportados durante la guerra civil (1947-1949) a la isla de Makronisos. Antes de las elecciones había abandonado su viejo sueño del comunismo. "Pero ahora soplan otros vientos. El pueblo se ha levantado contra las medidas de ajuste insoportables".
Tsipras consiguió unir a la gente en torno a su persona, pero en muchos casos como una reacción de protesta. "No nos hacemos ilusiones, mañana seguirá sin haber trabajo para nosotros", comenta la peluquera Annita Skeri, de 23 años y residente en el barrio ateniense de Patissia.
Pero es una "dulce venganza" ver la cara del perdedor, el hasta ahora primer ministro Antonis Samaras, añadió. En su opinión, él es responsable de la "pauperización" del pueblo. ¿Será mejor con Tsipras? Skeri no lo sabe. "Pero no puede ser peor".
Los griegos tienen claro que los problemas de su país no se irán de un golpe con la victoria de la izquierda. "Samaras se fue, Tsipras se queda", dice un taxista en Atenas en la mañana del lunes. "Pero nuestros problemas también".
También él votó a Tsipras, comenta, mientras en la radio del coche, sintonizada en la emisora izquierdista "Sto Kokkino 105,5" suena la Internacional. "Bonita música", se despide el conductor. "Pero no resuelve los problemas. A ver qué magia puede hacer Tsipras". (DPA)