Entre ostentación y pobreza: Viña del Mar, paradigma de desigualdad en Chile

Playas llenas de turistas, hoteles y un casino. Esa es la postal más característica de la ciudad de Viña del Mar, pero en la que no se incluye a las miles de personas que viven en los asentamientos irregulares que cubren los altos cerros que rodean la urbe entre el abandono y la pobreza.

Ubicada en la costa central de Chile a unos 100 kilómetros al oeste de Santiago, la ciudad balneario es uno de los principales reclamos turísticos del país durante el verano austral.

Una actividad que requiere de mano de obra para placer de los viajeros que arriban por estas fechas, en medio de un Chile convulsionado por las protestas sociales, a tomar un respiro de la tensión que se vive en el país desde hace más de cuatro meses.

Sin embargo, esa imagen de balneario y jardines, de paseo marítimo y restaurantes, se desvanece de forma rotunda cuando se sale de la zona turística.

Viña del Mar es la ciudad chilena con mas cantidad de campamentos -asentamiento irregulares en las colinas de los escarpados cerros- que por años se han convertido en una ciudad paralela, omitida a los ojos de los visitantes, pero que se puede observar solo con levantar la vista más allá de los engalanados hoteles.

Las calles de arena y polvo, las casas prácticamente colgadas en las laderas con maderas y chapas, la falta de luz, agua potable o transporte son también parte del Viña del Mar de las postales, dos caras de la moneda de la desigualdad que se vive en todo Chile.

El sociólogo de la Universidad de Santiago Cristian Parker explicó a Efe que esa bipolaridad existe en muchas ciudades del país, pero que en la localidad costera se ve el ejemplo con nitidez.

"Por una parte Viña es ciudad jardín en el sentido de que su rostro visible es muy bonito, muy arreglado, muy acomodado, con edificios de estilo histórico, el Casino. Ese es el rostro del Viña donde se ostenta la riqueza. Pero los cerros son el Viña pobre que ha tenido una historia de lucha social", afirmó.

Está oposición se debe a los orígenes de la ciudad, dijo Parker, que fue ideada como destino vacaciones para la aristocracia chilena del siglo XIX, y que con el paso del tiempo creció por la necesidad de trabajadores que mantuvieran activos el sector servicios.

Sin embargo, estos quedaron relegados a los cerros y ahí fue donde los campamentos empezaron a surgir sin control.

EL PATIO TRASERO DE VIÑA

María Medina, de 64 años, tiene complicado acceder hasta su pequeña casa, pintada de color rosa y adornada con numerosas flores en su entrada, ya que la calle de arena en la que vive tiene una inclinación extrema y el transporte público no llega hasta esa zona del Campamento Manuel Bustos, el más grande de Chile.

Medina es una de las 3.173 personas que vive en esta barriada, según el censo de 2019, pero ella asegura que al menos son 5.000 vecinos.

Hace 23 años que sube esa cuesta arenosa, por la que baja un caballo a pastar en el césped que creció a la sombra de una torre de electricidad, y que se convierte en una tormenta de polvo cada vez que pasa un vehículo.

Para ella la situación de abandono de estos campamentos es tal que los vecinos han perdido ya el sentido de pertenencia a la ciudad, aunque siguen siendo Viña del Mar.

"Es difícil decir que uno vive en la ciudad de Viña del Mar y todos piensan que vives cómodamente y no tienes ningún tipo de problema para vivir, y es todo lo contrario. Nosotros vivimos en la parte más alta de Viña en un campamento donde no tenemos servicios básicos y que ya va a cumplir 27 años", afirmó a Efe.

Las autoridades abandonaron hace tiempo estos lugares a su suerte sin ningún tipo de servicio básico, señaló María, y son los vecinos los que se las arreglan por su cuenta para poder vivir dignamente.

"La realidad es muy diferente y la desigualdad aquí sí se ve. Calles sin pavimentar, no tenemos alumbrado público en la mayoría de los sectores, no hay locomoción colectiva (...) No es fácil para nosotros vivir en la ciudad bella, la mejor de Chile hasta el año pasado. Se esconde una realidad totalmente negativa a la que se ve en el centro", dijo.

Medina explicó que ellos, desde la altura de los cerros, observan de forma panorámica el centro de la ciudad, pero que los que están abajo, las autoridades, no se dignan a levantar la vista para ver lo que ocurre arriba.

"Somos el patio trasero de Viña del Mar, pero encontramos que es más bello que el centro. Tenemos muchas necesidades, no hay agua, ni alcantarillado (...) Pero aún así, la gente de los campamentos es la que baja de los cerros a darle vida al centro de Viña. Son los que trabajan, los que atienden a los turistas", señaló.

Unas casas más arriba, a Cristian Basaez le cuesta mantener la emoción al hablar de la situación en la que viven los vecinos de la toma (campamento) Manuel Bustos.

"Una toma es un terreno que está en el cerro y cada uno se construye su casa como pueda, con materiales usados... lo que sobra. Con eso se arma su casa en los cerros y colgando uno vive", afirmó a Efe.

"No hay soluciones de ningún lado, nadie ayuda aquí. Cuando llueve el barro llega hasta el cuello y en el verano toca mojarse con la manguera, nada de ir a la playa", agregó.

"UNA MAQUETA" DE OSTENTACIÓN QUE ESCONDE LA MISERIA DE VIÑA

Embadurnado de crema y con una pala y una pequeña hormigonera Luis Alberto Mallea trata pavimentar su patio bajo el sol de verano y un calor sofocante.

Se toma un respiro para atender a Efe y explicar que en Viña del Mar no es oro todo lo que reluce y que las críticas ciudadanas en las calles por un modelo más justo y equitativo se ven claramente reflejadas en la ciudad jardín.

El vecino del campamento lo tiene muy claro: "Si hacen un tour en los campamentos, en las favelas de Viña, que entiendan que no somos delincuentes, que tenemos necesidad. Somos un país de mentira, una maqueta. El frontal de Viña es un muro imaginario que detrás tiene una realidad completamente diferente a lo que se ve en la playa, los restaurantes y todos los lujos".