Acorazados, licores y aguas minerales, entre otros, llevan su nombre, el de un hombre que será recordado el miércoles con un acto en el Museo de Historia Alemana en Berlín, donde el presidente federal de Alemania, Joachim Gauck, dará un discurso.
Existen nuevas biografías, exposiciones, conferencias y sellos conmemorativos. Todo dedicado a un hombre que en las últimas décadas fue visto de manera muy crítica. El periodista e historiador Johannes Wilms llegó a calificarlo como "el demonio de los alemanes".
Pero, ¿quién fue realmente Bismarck? Otto von Bismarck nació el 1 de abril de 1815 en la localidad de Schönhausen, en el actual estado federado alemán de Sajonia-Anhalt, en el seno de una familia de rancio linaje. Era ambicioso, ultraconservador y tenía, sobre todo, un objetivo: asegurar y aumentar el poder de Prusia.
"Como político no retrocedía ante estratagema alguna y perseguía a sus rivales con infinito odio hasta llevarlos a la tumba", escribió el historiador Christoph Nonn. Mientras, en su vida privada era "egocéntrico y colérico" con tendencia a la hipocondría.
Tras una carrera diplomática que lo llevó, entre otros, a ser enviado prusiano en San Petersburgo y París, Bismarck contaba con gran experiencia a sus espaldas en 1862. Su ascenso llegó ese año, cuando en medio de una grave crisis de la monarquía, el rey prusiano y posterior canciller Guillermo I decidió nombrarle presidente del consejo de ministros.
Bismarck tomó así las riendas de una nación fragmentada en pequeños Estados. Su solución fue crear un Estado nacional alemán, dejando fuera a Austria, con "hierro y sangre" tras las victorias obtenidas en las guerras contra Dinamarca (1864), Austria (1866) y Francia (1870-71).
Con un complicado sistema de alianzas se ocupó de crear un equilibrio de fuerzas en Europa con el objetivo principal de aislar a Francia y evitó una nueva guerra en 1878.
En política interna, Bismarck fue un rival sin piedad contra el movimiento de los trabajadores. La "Ley socialista" de 1878 significó de facto una prohibición de la socialdemocracia. Además, luchó contra la influencia de la Iglesia Católica en la conocida como "Kulturkampf" (lucha entre la Iglesia y el Estado en Alemania entre 1872-1887).
No obstante, por otro lado, creó una moderna legislación social e introdujo el seguro por enfermedad, accidentes y de pensiones, como parte de una doble estrategia contra los socialdemócratas: una de cal y otra de arena.
Su salida del gobierno, propiciada por la llegada del joven emperador Guillermo II en 1890, fue comentada por la revista británica "Punch" en una famosa caricatura con las palabras: "El capitán desembarca".
El 30 de julio de 1898 Bismarck murió a la edad de 83 años. "Un escalofrío y temblor te sobreviene, aunque no se quiera", escribió entonces el crítico teatral Alfred Kerr.
La adoración por Bismarck perduró en gran parte de la población durante mucho tiempo. Sin embargo, a partir de 1970 llegó el crepúsculo de los dioses.
Los efectos de Bismarck en la historia del país sólo habían sido criticados en parte hasta entonces. Muchos historiadores comenzaron a verlo como el abuelo de una política de guerra y violencia prusiana y alemana que como última consecuencia condujo a la catástrofe.
Sin embargo, en el año del aniversario son principalmente los jóvenes historiadores los que intentan ofrecer una mirada objetiva. Bismarck juntó en su persona muchas contradicciones, comentó el historiador Carsten Kretschmann de la Universidad de Stuttgart. "Prusiano y fundador del Reich, cristiano y luchador contra la influencia de la Iglesia católica, noble hacendado alemán y admirador de Shakespeare".
Para el historiador de Passau Hans-Christof Kraus no es el padre de todos ni un demonio. "Fue un hombre con talentos y defectos, de elevada inteligencia y entereza, pero también con una inclinación por la sed de venganza mezquina", afirmó. (DPA)