"El problema de los refugiados en Siria es un problema fabricado (...) y, aunque Siria ha sufrido a lo largo de su historia ocupaciones sucesivas (...), sigue siendo el lugar donde otros acuden para huir de los disturbios y crisis, y no al revés", manifestó el dirigente árabe en la apertura de La Conferencia Internacional sobre el Retorno de los Refugiados Sirios, organizada por Damasco y Moscú en la capital siria.
Durante su discurso, Al Asad indicó que las autoridades sirias siguen "trabajando con diligencia para la vuelta de cualquier refugiado que desee regresar y contribuir a la construcción de su patria", pero advirtió de que existen "obstáculos grandes" y "presiones a las que están sometidos los refugiados sirios en el exterior para evitar que vuelvan".
En este sentido, el dirigente hizo referencia a las sanciones económicas impuestas por la Administración de Estados Unidos, a las que tachó de "ilegales", y que aseveró que "obstaculizan los esfuerzos de las instituciones estatales sirias que tienen como objetivo rehabilitar la infraestructura en zonas destruidas por el terrorismo".
Al Asad, además, acusó a EE.UU. y a sus "aliados" de "movilizar a los terroristas de Estado Islámico con el objetivo de dispersar a las fuerzas armadas" en 2014, cuando, dijo, el Estado sirio estaba "a punto de imponer la seguridad y la estabilidad" en el país.
"Si el caso de los refugiados para el mundo es un asunto humanitario, para nosotros además de humanitario, es una cuestión nacional... y hemos logrado que regresen cientos de miles de refugiados durante los últimos años", aseguró el presidente de Siria durante su intervención.
A la conferencia asisten representantes de 12 organizaciones y 27 países, entre ellos China, Rusia, Irán, Líbano, Emiratos Árabes Unidos, Pakistán y Omán, mientras que la Unión Europea anunció ayer que no acudirá al evento al considerar que la "prioridad" actual debe ser la creación de condiciones para un regreso "seguro, voluntario y digno".
El conflicto de Siria, que comenzó en 2011 y aún continúa, ha devastado el país con cerca de 17 millones de habitantes, del que han huido 5.55 millones de personas hacia otras partes del mundo, mientras que otras 6.6 millones son desplazadas en su propio país, según datos de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR).