La zona escogida para el aeropuerto, diseñado por el arquitecto estrella británico Norman Foster y el mexicano Fernando Romero, es un área federal inundable y semidesértica en el este de la ciudad, que sirve como zona de captación de agua de lluvia y aguas negras para evitar inundaciones.
El portavoz del gobierno mexicano, Eduardo Sánchez, afirmó que la construcción de la nueva terminal aérea brinda "una oportunidad única" para fortalecer la infraestructura hidráulica de la zona.
Entre otras obras está prevista la creación de cinco nuevos cuerpos de captación de agua, la ampliación de los cuatro existentes, la construcción de 24 plantas de tratamiento de aguas, el entubamiento de 25 kilómetros de cauces de aguas de lluvia y de aguas negras que hoy están al aire libre y 39 kilómetros de túneles para mejorar el sistema de drenaje.
Los trabajos, algunos de los cuales ya comenzaron, se desarrollarán al mismo tiempo que empiece a construirse el aeropuerto, que en una primera etapa estará listo para transportar a 52 millones de pasajeros al año hacia 2019-2020.
Los planes de rehabilitación ambiental y mejoras hidráulicas fueron presentados en una conferencia de prensa en la que participaron seis funcionarios, entre ellos los ministros de Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruiz Esparza, y de Medio Ambiente, Juan José Guerra Abud.
El área del antiguo Lago de Texcoco donde se hará el aeropuerto tiene 12,500 hectáreas, de las cuales se usarán 4,600 para la terminal aérea. Desde el siglo XX el lago está disecado, pero la zona tiene importancia como vaso regulador.
El titular de la Comisión Nacional del Agua, David Korenfeld, afirmó que las obras permitirán casi triplicar la actual capacidad reguladora para alcanzar 38 millones de metros cúbicos de agua en 2018.
Según las autoridades, todos los impactos ambientales serán compensados o mitigados. El nuevo aeropuerto "no solamente es sustentable, sino que está haciendo una restauración ambiental de toda la zona", dijo Guerra Abud.
Además de las obras hídricas, se pretende crear un área boscosa de 3,000 hectáreas, que se convertirá en el principal pulmón verde de la ciudad de México, con un área cuatro veces mayor al Bosque de Chapultepec.
La decisión de construir el aeropuerto en esa zona ha despertado algunas dudas sobre su efecto ambiental, ya que se trata de una región donde hay varias especies de aves residentes, como el pato mexicano y la garza morena, y aves migratorias.
Un comité científico asesor, en el que participarán organizaciones públicas y civiles como WWF, evaluará cómo manejar el tema de las aves para garantizarles un hábitat adecuado.
Además de estas obras, está previsto que el aeropuerto utilice energías limpias, como la que se obtendrá del antiguo relleno sanitario del Bordo Poniente y energía solar.