Por su escala internacional, con filiales en México, Turquía y, todavía, en Estados Unidos, el BBVA es ya el segundo banco más grande de España, por detrás del Banco Santander; mientras que el Sabadell, con negocio en Reino Unido y también en México, es el quinto banco.
Sin embargo, los movimientos de consolidación en el sector y la fusión acordada en septiembre por CaixaBank y Bankia harán que este grupo se convierta en el primero por volumen de activos en España, más de 600,000 millones de euros, por encima del Banco Santander y del BBVA, excluyendo su negocio en el exterior.
A principios de la semana pasada, el BBVA y el Sabadell anunciaron al supervisor bursátil español que estaban en conversaciones para una posible fusión que daría lugar a un grupo con más de 950,000 millones en activos en el mundo.
Solo en España tendría 46,000 empleados y más de 4,200 oficinas.
Pero a primera hora de esta mañana comunicaron al mismo supervisor bursátil que las negociaciones saltaron por los aires y, según precisaba el Sabadell, por diferencias en torno a la ecuación de canje accionarial, estrechamente unido al reparto de poder.
Las reacciones no se hicieron esperar y los inversores han "castigado" al Sabadell con la mayor caída del IBEX, más del 12 % a mediodía, y ha "premiado" al BBVA con la mayor subida, más del 2 %.
Hasta hoy mismo, la operación parecía avanzar a buen ritmo y, según los acuerdos preliminares alcanzados a principios de la semana, la presidencia ejecutiva del futuro grupo iba a quedar en manos de Carlos Torres Vila, que ya ocupa ese puesto en el BBVA, y la vicepresidencia no ejecutiva sería para Josep Oliu, presidente del Sabadell.
Y ahí podría estar, precisamente, una parte del problema, pues, según diversas fuentes consultadas, Oliu querría plantear una copresidencia del grupo con Torres Vila y éste no estaría dispuesto a ceder ni un milímetro.
Además, tanto el BBVA como el Sabadell tienen una larga trayectoria y una amplia experiencia en fusiones, siempre mandando ellos, por lo que es poco probable que Oliu y su consejero delegado, Jaime Guardiola, se encontraran cómodos siendo esta vez los "conquistados".
En cualquier caso, lo cierto es que el BBVA, que solo admite diferencias económicas como motivo de la ruptura, no ha tenido prisa en ningún momento desde que confirmaron las conversaciones, algo que era poco menos que un clamor en el mercado.
El BBVA había anunciado ese mismo día, el pasado lunes 16 de noviembre, la venta de su filial estadounidense, el BBVA USA, por 9,700 millones de euros, lo que le daría más de 300 puntos básicos de capital, unos 8,500 millones de euros; el BBVA sacó pecho de que tendría "flexibilidad estratégica" para invertir, lo que el mercado interpretó inmediatamente como un proyecto de compra.
Además, como en una conferencia con analistas el banco dijo que se preparaba para la nueva ronda de fusiones en España, el mercado interpretó que su mejor pareja sería el Banco Sabadell, protagonista de todas las quinielas.
No obstante, al día siguiente el BBVA aclaraba que la fusión solo llegaría a buen puerto si realmente creaba valor para el accionista y el propio consejero delegado del banco, Onur Genç, insistió en que la entidad no está "obligada" a hacer compras en España, aunque eso no le impedía analizar oportunidades, como el Sabadell.
Ahora, el Banco Sabadell se plantea seguir adelante en solitario y se propone desarrollar un nuevo plan de negocio que priorizará el mercado doméstico, con lo que incluso podría estudiar desprenderse de TSB, su filial británica, que le ha dado más de un quebradero de cabeza estos años, como su adaptación tecnológica.