La gran cita del fútbol en 2018, la Copa Confederaciones de 2017, Grandes Premios de Fórmula 1 en Sochi desde 2014 y Mundiales de natación, hockey sobre hielo y judo harán de Rusia un polo global del deporte en el próximo lustro.
Ya dio sus primeros pasos en 2013 con el Mundial de atletismo de Moscú, así como la Copa del Mundo de rugby 7 y la Universiada de verano en Kazán, pero todo lo que ocurra en el balneario sobre el Mar Negro cuando mañana comiencen las competiciones podría ser una bisagra.
Las miradas apuntarán con una especial atención a los primeros Juegos de invierno en tierras rusas, en el ojo de la tormenta por la polémica ley "antigay", las amenazas de atentados y los enormes costos que implicó.
Consciente de ello, el presidente Vladimir Putin confía en que el brillo del deporte ayude a revertir la imagen internacional del Kremlin. "Creo que todo el mundo va a entender mejor a la nueva Rusia", dijo recientemente el jefe de estado ruso.
Nada puede salir mal en Sochi, pero los problemas organizativos en los días previos ya generaron las primeras críticas contra los "Juegos de Putin".
Un breve recorrido por Sochi y Krasnaya Polyana, la aldea de montaña que albergará los deportes invernales, alcanza para observar que aún queda mucho por hacer en materia de infraestructura.
Cables sueltos, paredes a medio pintar, puertas que no funcionan, problemas de conectividad a Internet y mucho polvo y escombros esparcidos en hoteles, calles y centros comerciales conforman un paisaje que combina obras inconclusas con imponentes y lujosos escenarios deportivos.
"Como siempre en los primeros días de los Juegos hay aún un par de obras pequeñas, pero nada sustancial", señaló hoy diplomático el presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), el alemán Thomas Bach, sobre la cuestionada puesta a punto de Sochi.
La gran preocupación del COI y de Putin es, en verdad, la seguridad. Los controles son ineludibles en la entrada a cada edificio, ya sea un estadio o un pequeño centro comercial, y los helicópteros militares vigilan permanentemente los cielos.
A ellos se suma un batallón de 40,000 agentes y otros tantos de la seguridad privada, que dan forma a unos Juegos fuertemente militarizados, pese a que los organizadores niegan que lo sean.
"Tenemos que vivir con ello, pero si hablas con los atletas en la villa olímpica todos se sienten cómodos", indicó Bach.
Un incidente en materia de seguridad pondrá en tela de juicio la decisión del COI de adjudicar los Juegos a Sochi y hará tambalear el imperio político-deportivo que está erigiendo Putin. Pero si todo sale bien, el presidente ruso podrá seguir colocando anillos en sus dedos. (DPA)