La diseñadora captó esta reflexión en una colección que combina contrastes, tanto cromáticos como de tejidos y formas: colores cálidos, marrones, ocres y oliva con colores más característicos de la frialdad tecnológica como el blanco, el negro y el gris.
Piezas hechas con lana contrastaron con tejidos como neopreno, charol o incluso tejidos plastificados de estética robótica.
En cuanto a las siluetas, predominaron los volúmenes simétricos y arquitectónicos, contrapuestos con otros más suaves, redondeados y adaptados al cuerpo humano.
En los complementos, Miras también alternó detalles florales y orgánicos como ramilletes o pastos, con accesorios faciales futuristas como un proyector en la cabeza de una de las modelos.
En definitiva, una mezcla entre detalles del pasado y piezas minimalistas del futuro.