Retratos de piedras vivas: la nueva obra de Isabel Muñoz sobre la prehistoria

"Yo no veo piedras", dice Isabel Muñoz (Barcelona, 1951) ante las planchas de blanco y negro que reproducen los enormes grabados rupestres de Göbekli Tepe, un santuario de casi 12,000 años de antigüedad en el sur de Turquía, descrito a menudo como el templo más antiguo de la humanidad.

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Vista de una fotografía de Isabel Muñoz de bajorrelieves con buitres, escorpiones y otras criaturas hallados en los pilares en forma de T en Göbekli Tepe. EFE/ Ilya U. Topper

Desde hace dos años, la fotógrafa española, miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, premio Nacional de la Fotografía 2016 y dos veces ganadora del World Press Photo, ha acercado su cámara a este conjunto monumental de arte prehistórico.

El resultado se expone desde el jueves pasado, y hasta el 17 de septiembre, en el Museo Pera de Estambul, bajo el título "Una nueva historia".

"Lo que intenté fui acercarme lo más posible a cómo eran los artistas, cómo eran las personas que habían vivido" en aquella época, dijo Muñoz a EFE durante la inauguración.

Por eso mismo, todas las fotografías están tomadas de noche, resaltando solos los grabados, altorrelieves o formas de escultura, mientras el resto suele estar sumado en una profunda oscuridad.

"Pensé que cuando haces una ceremonia o una celebración suele ser por la noche", señala la artista. Por eso, "todas las fotos están hechas por la noche, con la misma luz, están hechas con una antorcha, para intentar ver de alguna manera lo que ellos veían", abunda.

En concreto se trata de una antorcha de bombillas recargable, que recrea con la mayor fidelidad posible la luz que tendrían a su disposición los visitantes originales del santuario, explica.

Es habitual hablar de Göbeklitepe como un santuario, ya que en el lugar no se han hallado trazas de una residencia humana habitual, pero Muñoz apunta que se puede definir más como "un espacio multifuncional comunal con un uso importante espiritual, que se usaba no solo como templo, sino como un sitio de reunión de la comunidad".

Para los arqueólogos es aún un misterio cómo las culturas anatolias de aquella época, mucho antes de que se conociera el uso del metal, e incluso anterior a la cerámica y la agricultura, fueran capaces de tallar estos enormes pilares de piedra, de hasta 5,5 metros de altura, cincelar elaborados relieves y colocar los bloques en círculos.

Los grabados y esculturas muestran leones, zorros, gacelas, numerosos aves, reptiles y también formas humanas, y en muchas ocasiones, las fotografías de Muñoz parecen más un retrato de un ser vivo que una imagen de piedra.

"Es que realmente yo no veo piedras: he fotografiado esto como fotografío a los seres humanos. A veces pensamos que las piedras no hablan y en este caso sí que creo que hablan y que están vivas", dice la artista.

"Descubrí muchas cosas: es mágico cuando manejas la luz", agrega.

No solo ha enfocado con su cámara las piedras de Göbeklitepe, sino también las del conjunto similar de Karahan Tepe, situado una treintena de kilómetros más al sureste y excavado desde 2019, y del sitio arqueológico de Sayburç, en la misma provincia.

Allí se encontró con un relieve que muestra a una figura humana ante los cuernos de un toro, "sin duda el ejemplo más antiguo de la tauromaquia", asegura. El proyecto, impulsado por la embajada de España, con colaboración del Instituto Cervantes y el Ministerio de Cultura de Turquía, arrancó en 2021, con una propuesta de François Cheval, un etnólogo y comisario de arte francés, que lleva varios años colaborando con Muñoz.

La fotógrafa viajó dos veces a Göbeklitepe para llevar a cabo el proceso creativo. "Yo trabajo mucho, soy obsesa y necesito por lo menos dos viajes para corregir lo que yo veo apasionadamente y decir: Isabel, te falta esto, te falta lo otro", cuenta.

François Cheval subraya en conversación con EFE la "pasión" con la que trabaja Muñoz durante largas jornadas, acercándose a las piedras hasta sentir lo que quiere transmitir mientras que él, como comisario, apunta, aporta "una mirada de alguien educado en la racionalidad francesa".