En el Salón de las Columnas del Palacio Real, en medio de un escrupuloso protocolo, Pacheco agradeció la "venturosa" tradición del Premio Reina Sofía, que no admite un discurso elevado y lo sustituye por unas sencillas palabras de gratitud.
"No quiero apartarme de esta buena costumbre ni tampoco ignorar las trágicas circunstancias por las que atraviesan México en particular y el mundo en general", añadió.
"Se ha dicho que lo ocurrido en los 20 años posteriores a la caída del muro de Berlín se resume entre un título de Dickens y otro de Balzac: Grandes esperanzas y Las ilusiones perdidas", refirió.
Recordó que "nací a mediados de otro año horrible, 1939, y sin embargo me libré de los desastres de la guerra. No sufrí los bombardeos, las batallas, las persecuciones, los campos de exterminio. Todo lo experimenté a distancia y no por ello dejó de imprimirse en cuanto he escrito".
El poeta, quien asistió acompañado de su esposa Cristina Pacheco, aseguró que "ahora la violencia y la crueldad extremas son mi pan cotidiano" y agregó que "a ello se suma la visión agravada del hambre y la miseria en México y en el mundo".
"A todo aquello en lo que no dejo de pensar, añado la angustia de quienes se quedan sin trabajo y de los jóvenes que no encuentran en el sitio para el que fueron preparados", dijo.
Con pesimismo, aseguró que "en 2009, muy a mi pesar, me he identificado con los osos que ven desaparecer el suelo de hielo y nieve que los sustentaba y sobre un témpano se pierden en el mar que es el morir".
Recordó al poeta Páladas de Alejandría "que vio derrumbarse su propio mundo y contempló el triunfo del cristianismo contra lo que había sido por mucho tiempo griego y romano", con quien, aseveró, por momentos se siente afín. No obstante, recuperando el optimismo, subrayó, sin embargo, "el mundo no se acabó con Páladas ni con aquella Ajejandría".
"Antes de que las tinieblas cubrieran a Europa, la lírica griega conoció otro florecimiento en Bizancio, gracias a poetas como µgata el Escolástico, Macedonio el Cónsul y quien lleva el nombre más hermoso de poeta alguno: Pablo Silenciario", abundó.
Agradeció el trabajo de Francisca Noguerol, autora de la antología "Contraelegía", que se ha editado como parte del galardón, porque en ella "he aprendido mucho de lo que ignoraba acerca de mí mismo".
En el acto, el presidente del Patrimonio Nacional, Yago Pico de Coaña, se refirió a Pacheco como un mexicano inteligente, que ama el idioma.
"Agudo, versátil, erudito, un poeta inclasificable en cuya obra la tradición y la vanguardia, el clasicismo y la experimentación se hermanan con una honestidad avasallante y con envidiable claridad", recalcó.
Dijo de Pacheco que es un poeta que se cuestiona todo: el mundo, la vida, el poder, la muerte, en lenguaje asequible y cercano para dejar constancia de su negativa a resignarse ante el inevitable aniquilamiento de la nada. El Premio, que se concede todos los años sin posibilidad de quedar desierto, consiste en un diploma acreditativo y 42 mil 100 euros (62 mil 599 dólares).
Asimismo, la celebración en la Universidad de Salamanca de un Acto Académico dedicado a la obra del galardonado y la encuadernación artística de un volumen de la antología con destino a los fondos de la Real Biblioteca y promovido por el Patrimonio Nacional.
Al inicio del acto de la entrega del galardón se rindió homenaje a los tres distinguidos con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana que murieron este año: Mario Benedetti, José Antonio Muñoz Rojas y Blanca Varela.