La primera se presenta hasta el 31 de enero de 2017 y hoy se informó que da cuenta clara de la trayectoria de este artista, la cual abarca casi todo el siglo XX. Desde sus inicios, él buscó incorporar en su pintura la herencia artística que recibió de las culturas indígenas de México, tanto del arte prehispánico como del popular.
A esta fuerza estética el artista sumó aspectos de las vanguardias internacionales y rasgos de artistas que convirtió en sus interlocutores, como Paul Cézanne, Pablo Picasso, Jean Dubuffet y Antoni Tàpies. Eso, a pesar de que huérfano de ambos padres, Tamayo llegó a la Ciudad de México en 1907 para ayudar a su familia.
Lo hizo en la atención al pequeño negocio de venta de frutas y al mismo tiempo estudió en la Academia de San Carlos, y aunque la institución le produjo una cierta decepción, el joven pintor aprendió los fundamentos del arte pictórico, iniciando así una carrera que lo llevó a la fama no sólo en México sino en el mundo.
De acuerdo con el recinto, esta exposición se centra básicamente en las cuatro primeras décadas (1920–1950) en que se evidencia el desarrollo del artista y sus aportes al campo de la pintura mexicana en momentos decisivos de la integración de México a las culturas modernas del mundo. Un recorrido extraordinario.
Se presentan obras realizadas en los años en que residió fuera de México, primero en Nueva York (1936–1949) y luego en París (1950–1958). El reconocimiento, como uno de los pintores más originales de la historia reciente del arte, permitió al artista la creación de una colección de arte internacional que legó a México.
Ese acervo, cuya síntesis se despliega paralelamente a esta muestra, es la esencia de la segunda exposición que actualmente se puede admirar bajo el título “Colección Olga y Rufino Tamayo”, en el interior del mismo recinto localizado en el Bosque de Chapultepec sobre la emblemática avenida Paseo de la Reforma.
Abierta hasta el próximo 31 de enero, esta colección contiene obras de Max Ernst, Joan Miró, Joaquín Torres García, Mark Rothko, Mark Tobey, Georgia O´Keeffe, Eduardo Chillida, Pierre Soulages, Roberto Matta, Alberto Giacometti, Antoni Tàpies, Barbara Hepworth, Helen Frankenthaler, y Pablo Picasso.
Igualmente, de Jean Dubuffet, Marino Marini, Francisco Toledo, Francis Bacon, Robert Motherwell, Louise Nevelson, Jean Mauboulés, George Segal, Frank Auerbach, Frederic Amat, Francis Alÿs, John Chamberlain, Eduardo Costa, Henrik Håkansson, Wolfgang Tillmans, Teresa Margolles y Abraham Cruzvillegas.
También custodia piezas de Pedro Reyes, Carlos Amorales, Eduardo Abaroa, Mario García Torres, Simon Starling, y Mathias Goeritz, todas ellas de un alto valor estético y artístico, reconocidas desde siempre dentro y fuera de la geografía nacional. Ahora se presentan para gozosa contemplación de todo público.
Un pilar del Museo Tamayo es esta colección de arte moderno y contemporáneo mundial, la cual fue iniciada por el propio Rufino Tamayo y Olga, su esposa, y continuada posteriormente por la institución.
Hoy el acervo del recinto cuenta con más de 600 obras que abarcan distintas técnicas, temáticas y discursos.
Tamayo legó un conjunto de aproximadamente 300 obras, síntesis de las vanguardias de la segunda mitad del Siglo XX, coleccionadas principalmente a lo largo de los años setenta. Y, una vez inaugurado el museo, en 1981, y a partir de la década de los 90 principalmente, esfuerzos públicos y privados le han dado continuidad.
Como parte de la colección, exploraciones en torno a la figuración como “Two figures with a monkey”, de Francis Bacon; a la abstracción como “Peinture”, de Joan Miró; “Square form with circles”, de Barbara Hepworth; “Bas relief”, de Eduardo Chillida, y “Mujer de la jungla”, de Günther Gerzso.