"Decían que estaba loco, que me iba a morir de hambre, pero me dije: ‘Esto es lo que quiero hacer”, narró a dpa quien es considerado el mayor exponente de la "narcoliteratura", un movimiento que surgió de "la necesidad" de contar la verdad de lo que sucede en México.
"El boom de las novelas del ‘narco’ fue una necesidad. Mientras el presidente (Felipe Calderón 2006-2012) y el gobierno decían que iban ganando la guerra, tú veías muertos por todos los sitios, conocías a las víctimas vivas, las viudas, los huérfanos".
"Era una cosa espantosa que autores y editoriales aprovecharon. Pudimos contar una etapa muy difícil en nuestro país, una etapa bastante negra que no la van a poder borrar nunca", afirmó el autor, de 63 años, que participó en la Feria Internacional del Libro de Oaxaca (FILO).
Élmer Mendoza Valenzuela se crió en su natal Culiacán, Sinaloa, uno de los territorios mexicanos más vinculados con la producción y el tráfico de drogas, cuna de famosos narcotraficantes como Joaquín "El Chapo" Guzmán, líder del Cártel de Sinaloa.
Creció con jóvenes que luego se harían delincuentes. En ellos se inspiró para escribir libros, crónicas y textos sin los que hoy difícilmente sería posible entender la cultura del narcotráfico mexicano.
Su primera publicación fue de cuentos, "cuando el narco era muy distinto". Luego escribió novelas como El amante de Janis Joplin, Efecto tequila o Un asesino solitario.
Según dice, sus libros son ficción, al menos sus historias, personajes o situaciones. "Desde niño convivo con eso, así que puedo imaginarlo. He podido escuchar a personas en los sitios donde me gusta ir, ellos cuentan cosas que nunca les pasaron, pero que las cuentan tan bien que yo las rescato".
Para Mendoza, la realidad mexicana supera en mucho su ficción. "Cuando tengo que crear símbolos procuro que no sean grotescos, sin embargo en un país donde hay decapitados, mutilados, torturados, eso es muy fuerte".
Caminando por las calles de Oaxaca, el creador de "Nombre de perro" respondió a dpa por qué en sus novelas hay toques de humor y de una ironía que no va con la tragedia: "Soy un autor instintivo, me dejo ir. La risa es un instrumento poderoso, mis novelas son muy tensas y con la risa logro mayor efecto".
Mendoza no sólo retrata los entresijos y protagonistas del narcotrafico mexicano, su idiosincrasia, sus mujeres, sus anhelos, su origen. Para él es muy importante el lenguaje, por eso desea que el hablar peculiar de su región se conozca a donde llegan sus obras, como Rusia, Alemania, España o Sudamérica.
Se refiere a palabras como "vato" (tipo, tío), "cerbatana" (cerveza), "morra" (chica, muchacha), "pistear" (beber alcohol) o "culichi", como se llama a los originarios de Culiacán, la ciudad donde vive.
Mendoza, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y Premio Tusquets de novela 2007 por "Balas de plata", no se ha cansado de narrar historias del "narco".
"El universo del delito es un territorio narrativo que a mí me gusta, no sé si siempre escriba de eso pero me siento muy cómodo allí. El ‘narco’ no se ha acabado, ha cambiado de percepción, pero es una actividad que no se acabará, quizás cuando se acaben los adictos".
Prueba de ello será su siguiente obra, pues el escritor y dramaturgo sinaloense ya prepara una nueva novela. El tema será el secuestro y la escribe pensando en los jóvenes. Aún no tiene título. "Vendrá al final, como siempre", dice entre risas.