"Creo que la mayoría de los diseñadores sigue en un camino arcaico. Siguen haciendo grandes espectáculos que duran 11 minutos con modelos que no sonríen. De verdad, no sé para qué sirve un desfile", asegura a EFE el director de la Fundación Azzedine Alaïa en París, artista y exdirector del museo de la Moda de París.
Saillard (Pontarlier, 1967) es uno de los rostros más conocidos de la industria aunque su presencia pasa desapercibida para el gran público.
Si lo vieran en la primera fila de un desfile de Chanel o Maison Margiela, donde suele estar, pocos sabrían quién es este hombre de pelo corto y blanco y estilo sobrio, que suele vestir pantalones de obrero y camisa vaquera o jersey de cuello alto.
Sin embargo, es un miembro ineludible del sector y cada semana de la moda se une a alguna "maison" de renombre para presentar una nueva idea. En París, acaba de mostrar una colección de antiguos zapatos de J.M. Weston personalizada y una instalación para la línea de reediciones limitadas de Salvatore Ferragamo.
Además, ha dirigido la exposición "Alaïa y Balenciaga: escultores de la silueta", que acoge la Fundación Alaïa hasta el 28 de junio y que viajará después al Museo Balenciaga de Getaria.
Y, pese a todo, pocas figuras hay más críticas y escépticas con la situación que vive la industria.
"No entiendo la visión del mundo que tienen muchos diseñadores. Creo que no son suficientemente talentosos, no veo a nadie con la consistencia de Alaïa, de Jean-Paul Gaultier, de Yohji Yamamoto", estima.
Quizás porque reconoce sentir más atracción por el pasado que por el presente, es uno de los principales defensores de optar por un formato de exposición y presentación en lugar de desfiles, demasiado cortos, demasiado frívolos y demasiado caros.
"Y después decimos que hay demasiadas cosas, que la moda es el segundo actor más contaminante del mundo. Hay que bajar el ritmo y hacer mejor las cosas", opina.
Si en 1950 un desfile duraba dos horas, en los años 80 eran 40 minutos y hoy día el espectáculo apenas llega a los diez. Después, el público se levanta y huye al siguiente como si fuera una estampida, pues el calendario acoge un espectáculo por hora.
"Creo que vamos a entrar en una época que va a modificar este tiempo de grandes desfiles. Hay que reinstaurar un momento de intimidad con la creación, pero para que eso exista debe haber otra exigencia sobre la prenda, no se pueden admirar todos los vestidos de la misma manera", señala.
El tiempo le está dando la razón. Además de las presentaciones que él ha liderado, las exposiciones de moda cada vez atraen a un mayor público y esta temporada marcas como Giambattista Valli u Oteyza han optado por presentaciones y exhibiciones en paralelo al desfile.
También en la semana de la alta costura, que se desarrolla en París hasta este jueves, Gaultier ha anunciado que abandona las pasarelas este miércoles y optará por otro formato que aún no ha concretado.
"A Gaultier le gustaba esta reunión de su público donde todo el mundo estaba feliz. Creo que lo volvió a encontrar con su espectáculo y no me sorprendería que diera con otra fórmula, una especie de cabaret itinerante que difunda su ideal de moda. Ha visto que puede haber otro futuro", dice.
A los jóvenes diseñadores les pide que sean más exigentes, sobre todo en la técnica. "Sería más útil para ellos mismos y para toda la moda", defiende.
Lamenta que las "pocas buenas ideas" que se ven cada temporada pasen demasiado rápido y sean cambiadas en cuestión de meses.
Alaba en cambio el trabajo del gibraltareño John Galliano al frente de Maison Margiela, donde ha optado por llevar un perfil discreto, y la británica Phoebe Philo, al frente de Céline entre 2008 y 2017, que "modificaba la moda". "Se la echa en falta", dice.
"No veo a nadie que emerja en este momento, hay pequeñas pistas pero nadie con una gran ambición, pero ya llegará, ya llegará", señala optimista.