"La exposición recorre todas las etapas de su camino artístico y también humano y además ofrece la posibilidad de ver obras casi inaccesibles normalmente porque son custodiadas en colecciones privadas", explica a EFE la comisaria, Maria Cristina Terzaghi.
El Palacio Barberini de la capital italiana reunirá hasta el 7 de julio un total de 24 pinturas del maestro del Barroco, algunas recientemente descubiertas como el 'Ecce Homo' de Madrid, por primera vez colgado en una exposición internacional de este tipo.
Éxito y exilio
Michelangelo Merisi Caravaggio, nacido en Milán en 1571, conoció las mieles del éxito en la Roma de las papas, gracias sobre todo a los encargos de ricos mecenas como el cardenal Francesco María Del Monte o el banquero y coleccionista Ottavio Costa.
Su destreza reveló enseguida un estilo inédito mediante el dominio de las luces y las sombras, una pintura nueva que encendió la mecha de un cambio revolucionario hacia la teatralidad del Barroco.
Un historiador de su tiempo, Giovanni Pietro Bellori, lo dejó por escrito: "Caravaggio se hacía cada día más famoso por el colorido que introdujo, no dulce como antes, sino lleno de oscuros gallardos, sirviéndose mucho del negro para dar relieve a los cuerpos".
Sin embargo, un trágico suceso interrumpió aquella vida disoluta entre mecenas y cortesanas romanas: en el año 1606, en el ápice de su carrera, mató a un rival, Ranuccio Tomasso, durante un juego de pelota y el papa soberano, Pablo V, le condenó a la pena capital.
El pintor huyó de Roma para refugiarse primero en los bastiones cercanos de la familia Colonna, después en Nápoles, donde dejaría obras maestras como 'La flagelación' (1607), y finalmente acabar en la isla de Malta, esperando que su ingreso en la Orden de San Juan de Jerusalén le granjeara el perdón del pontífice.
Tras un periplo por el Mediterráneo, Caravaggio murió en julio de 1610, con solo 38 años, en Porto Ercole cuando intentaba regresar a la Roma pontificia, "su patria de elección".
"Ciertamente podemos considerarle como una personalidad del todo peculiar, pero a lo largo de su vida hizo de todo para regresar a Roma", sostiene la comisaria Terzaghi.
La exposición 'Caravaggio 2025' arranca con sus albores artísticos, con una de las pinturas cuya autoría es aún debatida, 'El Narciso', en el que un joven mira su reflejo sobre el agua.
Enfrente se levanta una de las obras más difícilmente accesibles de toda su nómina, la 'Conversión de Saulo' (1600-1601), propiedad de la Colección Odescalchi y que el maestro realizó para una capilla de la iglesia de Santa María del Popolo, raro ejemplo en "tabla".
Otro de los cuadros recientemente hallados es el 'Retrato de Maffeo Barberini' (1595-1596), oculto al público desde 1963.
"A buen seguro estas tres son obras importantísimas para ver", añade la comisaria.
Otro aspecto destacable de esta nueva exposición, abierta en pleno Jubileo, es que reúne pinturas que casi nunca se muestras juntas y en las que Caravaggio usó el mismo modelo, hombres y mujeres de su propia cotidianidad que le inspiraban para los temas que abordaba.
Es el ejemplo de la cortesana Fillide Melandroni. Se cree que es ella quien mira al espectador de lado, encarnando a Santa Catalina, un cuadro llegado del Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid.
También posó para retratar sobre el lienzo a una Judit que corta la cabeza al cacique Holofernes, ante la presencia cómplice de una criada (1599) y en el cuadro 'Marta y María Magdalena' (1598), que ha aterrizado en Roma desde el 'Institute of Arts' de Detroit.
La exposición tendrá además un epílogo inédito: la posibilidad de visitar la 'Villa de la Aurora', antiguo palacio de una de las dinastías más importantes de Roma y que, en una diminuta instancia, cuenta con la única pintura mural atribuida a Caravaggio, una representación de 'Júpiter, Neptuno y Plutón'.
Todo para adentrarse en las luces y las sombras de uno de los maestros de la historia del arte, en su frenética existencia y en su "búsqueda extraordinaria de la realidad", según la comisaria. Pues en sus cuadros, en sus retratos y bodegones, Caravaggio supo ver como pocos otros el cariz sagrado de la vida cotidiana.