Todo parecía bajo control, hasta que hace tres años su salud se vio mermada y necesitó que le practicaran varios estudios de radiación electromagnética; sin embargo, por la osteoporosis ya no es recomendable. Ahora diagnosticarle con exactitud una enfermedad se ha vuelto realmente complicado.
“Cuando me diagnosticaron, los doctores dijeron que esa enfermedad era porque tuve ocho hijos, pero yo no creo que sea por eso, mi hermana tuvo 16 hijos y ella no tiene eso, ella está muy sana”.
La diferencia es que ella vive desde hace más de 45 años en la Ciudad de México y su hermana vive en un pequeño pueblo de Michoacán. Esto hace realmente la diferencia, ya que un nuevo estudio sugiere que la mala calidad del aire es un factor de riesgo para la osteoporosis y las fracturas óseas.
Se trata del artículo científico Association of air particulate pollution with bone loss over time and bone fracture risk: analysis of data from two independent studies, publicado recientemente en la prestigiosa revista The Lancet Planetary Health.
Dicho estudio fue realizado por investigadores de la Universidad de Harvard, la Universidad de Boston, New England Research Institute, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Nacional de Cancerología de México.
En entrevista con la Agencia Informativa Conacyt, Diddier Prada Ortega, investigador en ciencias médicas adscrito al Instituto Nacional de Cancerología (Incan) y a la Facultad de Medicina de la UNAM, explicó que este estudio en el cual han trabajado más de cinco años tenía como objetivo ver qué impacto tenía la contaminación en la salud ósea.
“Desde hace varios años se sabe que la exposición a contaminación del aire tiene un efecto sobre la salud humana y se ha asociado principalmente con enfermedades cardiovasculares y respiratorias, con el deterioro cognitivo y con el cáncer de pulmón. En esta investigación llevamos a cabo un doble estudio para determinar el efecto de la exposición a material particulado, es decir, la contaminación del aire sobre la densidad mineral ósea, algunos reguladores del metabolismo del calcio y el riesgo de fracturas en ancianos”.
Lo que encontró este grupo multidisciplinario de 15 científicos fue que en un grupo de 692 personas, con edades entre los 30 y los 79 años, aquellas que vivían en áreas con mayores niveles de carbono negro —componente derivado de la combustión de combustibles fósiles— en el aire, mostraron menores niveles de hormona paratiroidea, un regulador fundamental en el metabolismo del calcio. Además, estas mismas personas mostraron una mayor reducción en la densidad mineral ósea, la cual se usa para la determinación de osteoporosis.
“Al evaluar el efecto sobre la presencia de fracturas asociadas a osteoporosis (vértebras, fémur y antebrazo) en una población de 9.2 millones de personas, encontramos también un riesgo aumentado de ser hospitalizado por fracturas. Esto quiere decir que la exposición a estas partículas en el aire tiene alterado tanto en el metabolismo del calcio, el cual es fundamental para tener huesos fuertes, como en la cantidad de hueso, y que su pérdida aumenta la posibilidad de fracturas”.
El carbono negro en México
De acuerdo con el científico mexicano, quien es miembro nivel I del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conayct), los resultados sugieren que son las partículas más pequeñas suspendidas en el aire, llamadas PM2.5 (porque tienen un diámetro menor a 2.5 micras), entre las cuales se encuentra el carbono negro.
Este contaminante que tanto afecta la salud ósea es el humo negro que sale de los vehículos —principalmente de los que usan diesel—, o el que sale de las estufas de leña, o el que se genera en los incendios forestales y el que sale de las chimeneas industriales.
Este contaminante se encuentra presente en el aire de las grandes ciudades, aunque la concentración puede variar dependiendo de la urbe, tanto por las fuentes de emisión como por la ubicación geográfica.
“En ciudades como la de México se encuentra en niveles por encima de aquellas observadas en nuestro estudio, el cual evaluó casi toda la costa este de los Estados Unidos. Mientras que allá el promedio anual observado en nuestro estudio fue de 10.18 microgramos por cada metro cúbico (µg/m3) para las PM2.5, para la Ciudad de México, el promedio de 24 horas fue de 45 µg/m3 y el promedio anual fue de 12 µg/m3 en el año 2015”.
¿También impacta a los niños?
Aunque el estudio se enfocó en adultos, se sabe por diversos estudios científicos que durante la infancia existe una consolidación progresiva de la densidad mineral ósea, la cual alcanza su pico máximo alrededor de los 30 años.
Posteriormente, existe una reducción progresiva y que se aumenta con algunos factores como la menopausia en las mujeres. El estudio evaluó tanto personas adultas sanas como adultos mayores, los cuales muchos de ellos ya tienen osteoporosis y en ambos grupos se hallaron efectos.
Es decir, “no importa si ya tienes osteoporosis o no, la exposición a partículas genera un efecto nocivo sobre los huesos. En los niños, tendremos que hacer estudios para determinar el efecto a largo plazo de este tipo de exposiciones”, manifestó el experto.
Indispensable disminuir la contaminación del aire en las metrópolis
Debido a que es difícil cuidarse de la contaminación del aire, ya que se necesitarían filtros en todas partes, en el trabajo, las casas, las escuelas, e incluso que cada persona portara de manera individual un filtro, es necesario propiciar acciones para reducir la contaminación del aire.
“Nuestros resultados apoyan más bien la necesidad de continuar disminuyendo la contaminación derivada de la combustión de combustibles fósiles y de ser más restrictivos en relación con políticas ambientales, para disminuir toda la morbilidad derivada de dicha exposición, incluyendo el daño a los huesos”.
Luego de los impactantes resultados de dicha investigación en la que colaboró Prada Ortega durante sus estudios posdoctorales que realizó en la Universidad de Harvard con apoyo del Conacyt, el especialista busca crear un laboratorio de salud ambiental y biomarcadores que le permita continuar con este trabajo.
“Nuestra población está expuesta no solo a mayores concentraciones de material particulado, sino también a otros tóxicos como disruptores endocrinos y metales, que de seguro están afectando nuestra salud e induciendo diversas enfermedades”.
Su objetivo es seguir investigando qué otros cambios pueden ocurrir a nivel biológico por la exposición a altos niveles de contaminantes, desde cambios hormonales hasta modificaciones en el ácido desoxirribonucleico (ADN), que puedan ayudar a desarrollar la medicina preventiva.
“Con nuevos biomarcadores de exposición será posible identificar a las personas en mayor riesgo y evitar que tengan la enfermedad y, de esta manera, disminuir los costos en los sistemas de salud”.