La científica adscrita al Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica (INAOE) señaló que “parte del trabajo que estamos haciendo en el país tiene que ver con encontrar galaxias a distancias muy grandes, a decenas de miles de millones de años luz”.
La investigación astronómica que se realiza desde México es de calidad y tiene gran prestigio, aunque es una comunidad pequeña, y ejemplo de ello son las líneas de investigación de Aretxaga.
Sus proyectos se enmarcan en el área de astrofísica extragaláctica y cosmología, cuyo principal interés es la relación entre la actividad energética del centro de las galaxias y la formación violenta de brotes estelares.
De manera específica, la también tesorera de la Sección Sureste II de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC) busca conocer más sobre el impacto que estos fenómenos tienen en la formación y evolución de nuevas galaxias.
En un comunicado de la AMC, la especialista indicó que “para tener una mejor idea de las distancias a las que se realizan las observaciones, Andrómeda está relativamente cerca”.
Añadió que esta galaxia gigante se encuentra a tan solo 2,5 millones de años luz de la Vía Láctea, una cantidad de kilómetros enorme, difícil de dimensionar considerando que cada año luz equivale a un poco menos de 10 billones de kilómetros.
Explicó que “si la Vía Láctea fuera un balón de futbol (de 23 centímetros de diámetro), y Andrómeda otro, se encontrarían entre sí a unos siete metros de distancia”.
Otra galaxia famosa es M87, también conocida como galaxia Virgo A, que es 10 veces más masiva en estrellas que la Vía Láctea y Andrómeda, con un billón de soles, y se encuentra a 53 millones de años luz. Siguiendo con la escala de balones se encontraría a 150 metros de Andrómeda y la Vía Láctea.
Resaltó que “esto es importante porque uno de los retos que tenemos los astrónomos es reconstruir esta historia de formación de las galaxias”.
Apuntó que finalmente, conglomeraciones de esos átomos pudieron dar lugar a nubes, las cuales se colapsaron y formaron las primeras estrellas.
Después, añadió, estas estrellas se congregaron en las galaxias que conocemos y poco a poco se fueron acumulando hasta formar la masa estelar que tienen galaxias típicas gigantes hoy en día, que se calcula entre 100 mil millones y un billón de masas solares.
“La mayor parte de la formación estelar de las galaxias ocurre en entornos polvorientos. Es por eso que estudiar estos campos con telescopios como ALMA o GTM es tan relevante, ya que permiten medir cuánta formación estelar está oscurecida y no puede detectarse en imágenes como las del telescopio espacial Hubble”, subrayó la experta.