Al año se elaboran 40 mil toneladas de aspirinas, uno de los productos más exitosos de ese consorcio de la industria química-farmacéutica alemana que tiene 115 mil 200 empleados en todo el mundo, en las 307 sociedades que abarca.
Uno de los ingredientes activos de la aspirina ya se conocía en tiempos de Hipócrates, el sabio griego del año 460 antes de Cristo, quien fue toda una autoridad en el conocimiento de la Medicina, y su fama perdura hasta nuestros días.
Hipócrates ya conocía en ese tiempo el efecto analgésico del cocimiento de la corteza del sauce, que contiene ácido salicílico, un conocimiento que fue pasando de generación en generación hasta que a mediados del siglo XIX diversos científicos empezaron a experimentar con la combinación del ácido acetilsalicílico, que es el ingrediente activo de la aspirina.
En sus inicios en 1863, Bayer fue lo que en la actualidad se denomina una start-up, una empresa pequeña, innovadora y con un enorme potencial de crecimiento que cristalizó en los años siguientes.
Fundada por Friedrich Bayer y Johann Friedrich Weskott, fue bautizada como "Friedr. Bayer et comp" en la ciudad alemana de Wuppertal. Era principalmente productora de tinturas, productos químicos y fármacos.
Alemania desencadenó en el siglo XX las dos únicas guerras mundiales que conoce la Humanidad, y Bayer pagó en ambas ocasiones el precio de la ambición alemana, que terminó las dos veces en derrotas.
Bayer produjo durante la primera conflagración sustancias químicas para los fines militares alemanes. El término de la Primera Guerra Mundial se firmó en Versalles en 1918 y Bayer, que ya era para entonces una empresa alemana sobresaliente a nivel internacional, fue desmembrada y parte de ella pasó a las potencias vencedoras.
La filial de Bayer en Estados Unidos fue expropiada y el mismo destino corrió la filial rusa durante la Revolución Soviética en 1917.
Sin embargo, la planta en la ciudad Wiesdorf permaneció intacta y siguió siendo alemana. Se retomó enseguida la investigación para productos de la industria químico-farmacéutica. Volvió a crecer y adquirió poder y renombre.
En 1925, Bayer entró junto con otras grandes empresas alemanas de la industria química en la nueva sociedad I. G. Farben. En ese momento habían transcurrido siete años desde el final de la Primera Guerra Mundial y el estallido de la Segunda Guerra Mundial estaba a 14 años de ocurrir.
Y la Historia se repitió, aunque con una orientación gravemente inhumana. I. G. Farben y sus empresas contribuyeron activamente al potencial militar del gobierno nazi, y no fue la única sociedad empresarial alemana que así lo hizo.
Trabajos forzados, escenas dantescas, producción de gas y de sustancias químicas para el asesinato masivo, campos de concentración para disponer libremente de la fuerza de decenas de miles de trabajadores esclavizados.
Al término de la Segunda Guerra, I. G. Farben fue desmembrada, diversas empresas de esa asociación fueron expropiadas por las potencias vencedoras. Las compañías que antes la formaron, -Bayer entre ellas-, volvieron a ponerse en actividad aunque perdieron gran parte de las firmas que habían fundado en el extranjero.
Lás páginas de Bayer en Internet suelen pasar por alto el tiempo que estuvo activa durante la Alemania nazi.
Solo ocho años después de la Segunda Guerra, en 1953, Bayer se había fortalecido de tal manera que empezó a cotizar con acciones en la bolsa. Ya había empezado a expanderse internacionalmente de nuevo para la producción de medicinas y fármacos de gran éxito.
La aspirina siguió sigue siendo un éxito de ventas, con el visto bueno de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que la designó como uno de los fármacos indispensables en el botiquín casero.
En un reportaje de la revista periodística alemana, Spiegel, se precisó que de 1899 a 1999, se habían consumido un billón de aspirinas en el mundo. La aspirina cumplió 100 años en 1999.
Tiene la fama de ser eficaz en un sinnúmero de padecimientos vinculados al dolor, la inflamación y la fiebre, que van desde la reuma a la protección cardíaca, pero también tiene efectos colaterales de los que la publicidad mercantil en sus diferentes formas no aborda tan ampliamente.
Entre ellos se cuentan su efecto agresivo para el estómago y el intestino porque puede producir úlceras sangrantes, en especial entre quienes tienen más edad o consumen alcohol. Puede empeorar al asma y en algunos casos, adelgazar excesivamente la sangre. Se desaconseja su uso en el embarazo.
Entre las advertencias se recomienda que los niños no la tomen porque presenta el riesgo de desencadenar el síndrome de Reye, un tipo de encefalopatía muy poco frecuente pero grave y cuyo desenlace puede ser la muerte.