México libra la batalla antiobesidad con los refrescos

En su pequeño estudio fotográfico de la Zona Rosa de Ciudad de México, Mario Eduardo Nájera empieza muy temprano a trabajar. Sobre la mesa no hay una taza de café humeante. Prefiere una botella de dos litros de refresco de cola.

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"Compro de la más grande siempre, la más grande. Ya es mala costumbre de uno. El agua sabe feo. Empiezo desde que llego, a las siete de la mañana. Es vicio: el refresquito para bajar el estrés", cuenta a la agencia dpa.

Nájera, un hombre de 48 años con sobrepeso y molestias de riñón, piensa seguir con el hábito aunque pronto le pueda costar más caro. El Congreso mexicano discute aplicar un impuesto especial a las bebidas azucaradas para desalentar el consumo y reducir la obesidad.

La propuesta, incluida en un proyecto de reforma fiscal del presidente Enrique Peña Nieto, permitiría recaudar 12,500 millones de pesos (970 millones de dólares) en 2014, aumentando un peso (ocho centavos de dólar) por cada litro, es decir un diez por ciento.

En las redes sociales, en anuncios publicitarios y en los pasillos del Congreso el debate no se ha hecho esperar.

Las refresqueras argumentan que la obesidad es un problema multifactorial y no sólo culpa suya, mientras que asociaciones preocupadas por la salud advierten sobre la relación entre refrescos, gordura y enfermedades como la diabetes, que ha subido un 4.7 por ciento en México desde 1998.

En el ranking mundial de bebedores de refrescos los mexicanos están segundos. Toman 140 litros per cápita anuales, detrás de los 170 litros de Estados Unidos, según los datos más recientes de organismos como la Universidad de Yale, la Asociación Internacional de Agua Embotellada y la industria refresquera mexicana.

Además, la mala dieta y la falta de ejercicio han hecho de México uno de los países con más sobrepeso y obesidad en el mundo. Ya ha dejado atrás a Estados Unidos en proporción de obesos y es el sexto país con mayor número de diabéticos, según la Federación Internacional de Diabetes.

Siete de cada diez adultos tienen kilos de más, así como tres de cada diez niños y adolescentes. El 9.2 por ciento de los adultos han sido diagnosticados con diabetes, segunda causa de muerte en el país, y hay millones de casos sin detectar.

Una veintena de asociaciones que forman la Alianza por la Salud Alimentaria proponen que con los recursos del impuesto se instalen bebederos en todas las escuelas del país y en espacios públicos. Las autoridades no han señalado cuál sería el destino del dinero.

En Ciudad de México casi nadie se atreve a tomar agua de la llave y muy pocos usan filtro. El agua se compra embotellada y mucha gente, como Nájera, prefiere una bebida azucarada.

"Si tú empiezas a darle a un niño una bebida endulzada desde pequeño, ese niño difícilmente va a tomar agua después", dijo a dpa Alejandro Calvillo, director de El Poder del Consumidor, una de las organizaciones que promueven el impuesto al refresco.

Calvillo afirma que "hay un deterioro total de la hidratación en México" relacionado con la falta de acceso a agua para beber.

Las agrupaciones pro-salud y legisladores de izquierda se han pronunciado por que el impuesto sea de un 20 por ciento, que es lo recomendado por expertos para un efecto significativo.

Pero la batalla en el Congreso y fuera de él está dura. Las empresas del sector sostienen que el impuesto es discriminatorio y que afectará al menos a 750,000 pequeños comerciantes, con una caída en ventas del 30 por ciento.

"Coca-Cola está en absoluto desacuerdo", expresó la empresa líder en el sector en México, al señalar que la obesidad se debe a múltiples causas y que se necesitan "soluciones integrales que promuevan el equilibrio entre el consumo y gasto calórico y el fomento de estilos de vida activos y saludables".

Según el Instituto Nacional de Salud Pública de México, en el mundo 19 países gravan los refrescos como medida de salud pública.

Estudios del Centro Rudd para Políticas Alimentarias y Obesidad de la Universidad de Yale señalan que la demanda de bebidas azucaradas se reduce cuando los precios suben y que gravarlas puede contribuir de manera "significativa" si lo recaudado va a campañas de salud.

En su estudio de fotografía Nájera piensa que el impuesto no tendrá ningún efecto: "No va a influir, la venta va a seguir igual: los refrescos son como los teléfonos celulares. La gente puede no tener dinero para comer, pero para un refresco o para un celular siempre van a tener". (DPA)