La invitación hacía presagiar un desfile inspirado en el arte, debido a que se trataba de un lienzo blanco sobre el que figuraba Chanel Art..., y en cuyo reverso se representaba el bastidor.
Lo que era difícil de imaginar era que Chanel había encargado a su equipo que diseñara 75 obras de arte contemporáneo inspiradas en el universo de la casa para poder presentarlas en la inauguración de una improvisada galería-pasarela.
El icónico frasco de perfume Chanel Nº5 se convirtió en el cuerpo de un robot, o emergió inclinado a gran tamaño del suelo, emulando la superviviente estatua de la libertad de la película El planeta de los simios de Franklin J. Schaffner (1968, "Planet of the Apes").
La idea era equiparar los símbolos de la marca al legado creativo de una civilización.
Un enorme tirachinas forrado con "tweed" de diferentes colores en "patchwork" estaba preparado para lanzar una perla, mientras que en la pared un bolso de Chanel de más de un metro parecía reflejarse en otro similar que yacía en el suelo.
El público asistente fue recibido como si de la inauguración de una galería de arte se tratara, con pasteles y zumos de llamativos colores, y pudo recorrer la instalación en el tiempo de espera que habitualmente precede a un desfile.
Entre los invitados a esta particular apertura estaba la cantante estadounidense Katy Perry, y las actrices francesas Virginie Ledoyen y Astrid Bergès-Frisbey.
En este marco con entidad propia desfiló la colección de prêt-à-porter para la próxima primavera-verano que tomó el testigo de la pintura y la escultura, en lo referente al color, la arquitectura y el uso de los materiales.
Parece que la creatividad de Karl Lagerfeld es inagotable, ya que consigue aportar una mirada nueva a cada desfile, a la vez que se mantiene fiel a la herencia de Coco Chanel.
El "tweed" fue deshilachado en el traje de chaqueta, ajustada con un cinturón doble, y falda en trapecio por encima de la rodilla, en rosa y blanco.
El tartán desgastado con flecos se contrapuso a una americana de corte definido y se convirtió en faja sobre unos pantalones, mientras que los hilos y las lanas se escaparon al telar para desplazarse en puntadas largas que les situaron paralelos entre sí, en una experimentación con la materia.
Las pinceladas de la paleta del artista -quien, por cierto, también desfiló por la pasarela- evocaron un estudio del color y de la consistencia de la pintura al óleo.
La estructura de las prendas también encontró su fuente de inspiración en la escultura, como quedó patente en un vestido de cuerpo geométrico similar a la oposición de dos trapecios, delimitado por desordenados volantes fruncidos y superpuesto a una falda larga.
Lagerfeld calzó los pies con unos salones de base negra y superficie cruda que ascendieron en calcetín hasta la mitad del gemelo, a medio camino entre la bota y el zapato.
Bajo un vestido en "plumetti" recrearon la moda de los primeros años de Coco Chanel y sobre un pantalón pitillo inspiraron moderna urbanidad.
Las mochilas, las carpetas de dibujo y los bolsos pequeños y rígidos de colores efusivos fueron otras de las propuestas de Chanel.
Los collares simularon unos cascos para escuchar música, en los que las almohadillas fueron sustituidas por enormes perlas que estaban unidas por un filamento metálico grueso.
Estas circunferencias nacaradas tuvieron diferentes aplicaciones: además de sobresalir en brazaletes y anillos también se aplicaron equidistantes sobre una falda.
En esta artística colección, el color mereció una mención aparte. Lagerfeld lo utilizó en todo su esplendor, con fuerte presencia de los rosas, del palo al fucsia, así como con toques ácidos, pasteles y marinos, además de sus tradicionales negro y blanco. (EFE)