Merkel exhibe cercanía y austeridad frente a una socialdemocracia a la deriva

La canciller alemana, Angela Merkel, se sumergió en la campaña por la reelección con la premisa de la cercanía al ciudadano y la defensa de la austeridad, mientras sus rivales socialdemócratas parecen condenados a navegar a la deriva.

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La canciller alemana Angela Merkel habla a los alumnos durante una visita al Heinrich-Schliemann-Gymnasium, en Berlín, Alemania, antes de ayer.

A Merkel todo parece sonreírle en esta campaña -incluido el despegue de la eurozona de la recesión, gracias al impulso de Alemania y Francia- y en sus mítines apenas si menciona el nombre del aspirante socialdemócrata, Peer Steinbrück.

"Algunos creen que con gritos desde lejos se arregla algo. Nosotros somos el mejor gobierno que ha tenido Alemania desde la reunificación", apuntaba Merkel en un mitin de Seligenstadt (oeste), salpicado con abucheos de fondo por parte de grupos de jóvenes.

Las protestas presumiblemente acompañarán a la canciller en los 70 actos electorales que cubrirá hasta las legislativas del 22 de septiembre, a modo de pantalla de sus dotes para conectar con sus conciudadanos y defender la línea de austeridad frente a la crisis.

Las muestras de descontento parecen peccata minuta ante el chaparrón sobre el Partido Socialdemócrata (SPD), 19 puntos por detrás de la Unión Cristianodemócrata (CDU) de Merkel y su hermanada Unión Socialcristiana de Baviera (CSU).

La campaña del SPD "pone los pelos de punta", apuntó el exjefe del partido Franz Müntefering al semanario "Die Zeit".

El problema no es Steinbrück, aclaró Müntefering, sino el hecho de que no está realmente arropado por quienes teóricamente secundaron su designación como candidato -el jefe del SPD, Sigmar Gabriel, y el del grupo parlamentario, Frank Walter Steinmeier-.

Steinbrück, ministro de Finanzas en la primera legislatura de Merkel, fue designado en diciembre aspirante a la Cancillería entre la aclamación del partido, pero ahora parece que se le ha mandado a una batalla que se daba por perdida, apunta Müntefering.

Mientras, el escritor Günter Grass responsabilizaba de los males presentes del partido al cisma dejado por Oskar Lafontaine en 1999.

Según el Nobel de Literatura y, en otros tiempos, entusiasta animador de los mítines del SPD, el partido no ha superado la "traición" de Lafontaine, quien dimitió como jefe del SPD y ministro de Finanzas de Gerhard Schröder por disentir con su rumbo centrista.

Lafontaine abandonó a los suyos para crear La Izquierda, junto al postcomunismo del este, y la socialdemocracia sigue sin haber levantado cabeza, apuntaba el escritor.

Steinbrück ha tratado de hacer como que no escuchaba estos pronunciamientos de sus filas, mientras busca urgentemente temas con los que atacar a Merkel en sus mítines.

Por encima del buen balance que Merkel quiere presentar de su gestión de gobierno está la creciente precariedad laboral de la primera economía europea, apunta Steinbrück, entre cuyas promesas está la implantación de un salario mínimo interprofesional.

Más de ocho millones de alemanes trabajan en régimen de minijob o por debajo de los 8.5 euros la hora, recuerda el aspirante socialdemócrata, que asimismo promete luchar contra el alza de precios de los alquileres y de la factura eléctrica.

Los sondeos apuntan a una victoria de Merkel, aunque tal vez sin su socio liberal, que podría quedar fuera del próximo parlamento, lo que abre la incógnita de la nueva constelación de gobierno.

Mientras, entre los minoritarios afloraron propuestas inviables: los verdes, con la implantación de un "jueves vegetariano" para reeducar el estómago alemán; la CSU, con la introducción de un peaje para autopistas a extranjeros; y los liberales, apostando por bajar impuestos frente a la consigna oficialista de la consolidación.

Más curiosa es la propuesta de la euroescéptica Alternativa para Alemania, partido que ha dado mucho que hablar pero al que se pronostican resultados marginales.

Inicialmente pretendían la disolución de la zona euro. Ahora cambiaron su plataforma y quieren remodelar los tratados de la UE para abrir la puerta a una salida ordenada de los países con problemas -sea España, Italia, Grecia o Portugal- y, al mismo tiempo, permitir que queden dentro sus regiones más ricas.  (EFE)