Álvaro Martín, campeón olímpico de marcha en el relevo mixto junto con María Pérez, se llevó también a casa una medalla de bronce en los 20 kilómetros. "La de bronce se me está descascarillando y parece que se está comiendo el color. La tengo guardada en la caja que nos dieron para que se desgaste lo menos posible con el aire o con el oxígeno. No sé el motivo. Con la de oro no pasa, esa está perfectamente", comenta a EFE el marchador extremeño, que "todavía no ha pedido un cambio de la medalla de bronce".
La controversia comenzó cuando algunos deportistas empezaron a mostrar un rápido deterioro de sus bronces recién colgados. Uno de los primeros fue el patinador de skate Nijah Houston. El estadounidense mostraba, el pasado 9 de agosto, un desgaste evidente del premio, sobre todo en el verso, donde está grabada la diosa de la Victoria, aunque tampoco saliera indemne la parte delantera, en la que está incrustado el famoso pedacito de la Torre Eiffel. "Hay que mejorar un poco la calidad de las medallas", lamentaba en su post en las redes el skater.
Los bronces en cuestión tienen un diámetro de 85 milímetros, 9.2 mm de grosor y 455 gramos de peso y están hechos de una aleación de cobre, estaño y zinc. "Las medallas son los objetos más deseados y más preciosos para los deportistas. Las que estén estropeadas serán sistemáticamente reemplazadas por la Monnaie de París y acuñadas tal y como eran originalmente", aclaró el Comité de París 2024.
Ni este organismo ni la Monnaie de París han difundido, hasta el momento, cuántas preseas se han cambiado. Esta última institución pública, considerada la más antigua de Francia pues fue fundada hace más de 1,000 años (en el año 864) por Charles II, ha sido la encargada de fabricar las 5,084 medallas de oro, plata y bronce que se han otorgado en los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de la capital francesa.
Un proceso que lleva al menos 30 etapas y para el que atesora un 'savoir-faire' que pocos tienen. La casa de la Monnaie, actualmente situada en un imponente palacio del siglo XVIII a las orillas del río Sena, ya fabricó los premios para la primera edición de los Juegos modernos, los de Atenas de 1896. También firmó las de las ediciones de verano de 1900 y 1924 de París y las de invierno de 1968 de Grenoble. Las preseas en cuestión levantaron entre los deportistas gran expectación por su novedoso diseño, que incluía un fragmento de acero de la Torre Eiffel en las medallas para simbolizar la grandeza de Francia.