Un tanque con cinco soldados galeses que se adentró en la ciudad por la amplia avenida de Tervuren, al este, fue la primera señal de las fuerzas aliadas en la capital, recibida inicialmente con cautela pero después con júbilo por los bruselenses que en los años previos habían sido testigos de 40,000 asesinatos -más de la mitad judíos- a manos de los nazis.
No fue una operación estratégica, pero sí altamente simbólica menos de un año antes de la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial; sólo duró unas horas porque los alemanes ya habían comenzado a marcharse de Bruselas la misma mañana del 3 de septiembre.
Poco después de las tropas galesas entraría también la Brigada Piron, formada por soldados belgas y luxemburgueses entrenados en Reino Unido y que habían luchado en Normandía, y, en los días posteriores, los aliados llegarían también a otras ciudades de Bélgica en el camino hacia la liberación total en febrero de 1945.
Ochenta años después, un desfile amenizado con música emuló este martes ese orden de llegada, con la banda de la Guardia Galesa liderando el camino seguido de, entre otros, uno de los últimos representantes vivos de la Brigada Piron y la banda de música de la policía de la ciudad de Bruselas.
Antes, el alcalde de la capital, Philippe Close, representantes de embajadas aliadas durante la guerra y niños de escuelas locales habían depositado coronas de flores frente a la Columna del Congreso, erigida para conmemorar la formación del Estado belga, pero que se amplió doblemente tras las guerras mundiales para homenajear a los caídos en ellas.
A su llegada a la Grand Place bruselense, centro de las celebraciones del aniversario, el protagonismo pasó al casi centenario Henri d'Oultremont, natural de Lieja, adolescente durante toda la ocupación nazi y que se unió a la Brigada Piron en sus meses finales, ya pasada la liberación de Bruselas.
D'Oultremont, recibido por un gran grupo de escolares casi como una estrella de rock, contestó a preguntas infantiles con paciencia y, antes de la ceremonia formal, explicó a EFE que la presencia de esas decenas de estudiantes permite que el horror de la ocupación nazi no se olvide y que se siga hablando de ello.
D'Oultremont tenía entonces 19 años y hoy, a sus 99, cuenta a la radiotelevisión pública belga (RTBF) que tiene miedo por el futuro de sus hijos, sus nietos y bisnietos.
"Cuando veo todo lo que está pasando ahora, me pongo de nuevo en la piel de un chico de quince años donde viví todo exactamente de la misma manera, el ascenso de un dictador que quería tomar cada vez más países... ahora veo exactamente lo que pasó en mis recuerdos en 1937, 1938, 1939 o 1940. Y eso me asusta", reconoce.
"Espero que mis hijos, mis nietos, mis bisnietos no vivan aquello y experimenten la paz que yo conozco desde hace 80 años", aseguró.