"Tenemos que crear predictibilidad para inversores, fabricantes y por supuesto para los clientes. Llegar ahí requerirá un enfoque de neutralidad tecnológica en el que los combustibles creados mediante energía eléctrica tienen que desempeñar un papel", dijo Von der Leyen en rueda de prensa, en su primera declaración tras ser reelegida al frente del Ejecutivo comunitario.
La política democristiana alemana, que leyó la respuesta que tenía preparada y había discutido en las últimas semanas ese punto con los grupos políticos buscando el apoyo de una mayoría en la Eurocámara, reafirmó así su compromiso con esa polémica tecnología.
Aseguró que el objetivo fijado por ley para que a partir de 2035 no puedan comercializarse en la Unión Europea nuevos vehículos que emitan CO2 "se queda", pero que el futuro de los "eFuels" se puede reforzar con una "enmienda específica al reglamento dentro de la revisión prevista".
Los electrocombustibles, sin viabilidad comercial actualmente, se producen obteniendo hidrógeno mediante electrólisis de electricidad de origen renovable y añadiendo carbono previamente capturado de otras emisiones. De esa forma, se puede crear un hidrocarburo que sólo emitiría CO2 previamente capturado sin añadir emisiones netas.
Parte de la industria del motor y algunos grupos políticos habían pedido más apoyo a esa tecnología que permitiría utilizar coches con motor de combustión sin elevar las emisiones de CO2, que los liberales alemanes pusieron como condición en junio de 2022 para que pudiera salir adelante la legislación sobre coches sin emisiones en 2035.
Entonces, la Comisión Europea se comprometió a revisar la legislación en 2026 para ver el estado de progreso de los combustibles sintéticos, que entonces no parecía "muy realista" como tecnología debido a su elevado precio, en un dossier polémico hasta su tramitación final en parte por las reticencias de Alemania e Italia.
Ahora Von der Leyen ha vuelto a reforzar el compromiso por revisar la viabilidad de los combustibles sintéticos para la automoción, extremo que critican las organizaciones ecologistas pues entienden que deberían reservarse para sectores difíciles de electrificar, como la aviación o el transporte marítimo.