"El Consejo ha pedido hoy nuevas acciones inmediatas a nivel europeo que nos permitan abordar el problema al que nos enfrentamos con la urgencia que merece", dijo el ministro checo de Industria, Josef Síkela, cuyo país ejerce este semestre la presidencia de turno del Consejo de la UE.
En la cita extraordinaria de Energía celebrada este viernes en Bruselas a puerta cerrada, Síkela dijo estar dispuesto a convocar cada semana una cita ministerial a Veintisiete si es preciso hacerlo para que Bruselas ceda.
En vísperas de la reunión, quince países, que representan al 64 % de la población de la UE (y que también cuentan con el apoyo moral de Praga, que no firmó por la neutralidad que exige la Presidencia rotatoria) enviaron una carta a la comisaria europea de Energía, Kadri Simson, reclamando un tope a todas las importaciones de gas, no sólo a las de Rusia como defiende Bruselas.
La idea, que formuló por primera vez Italia, lleva más de medio año rondando el debate energético europeo. Pasa por que el bloque comunitario tenga más peso en las negociaciones con suministradores, actuando conjuntamente para pagar precios más razonables por un hidrocarburo que se ha encarecido en la UE un 170 % desde enero de 2021, diez veces más que Estados Unidos.
La UE es un comprador muy importante de gas en el mundo y "hay que reflejar ese poder de compra, esa cuota de mercado", dijo en rueda de prensa la vicepresidenta tercera del Gobierno de España, Teresa Ribera, quien aseguró que hubo un "respaldo casi unánime, con poca disidencia formal, para tomar más medidas".
"Si no ponemos un tope al gas podemos tener un impacto importante sobre el PIB de la Unión Europea", agregó la también ministra para la Transición Ecológica, que quiere que se estudie un "corredor de precios" para las importaciones, que sería más caro que en el pasado pero más barato que en los niveles récords registrados desde la invasión de Rusia sobre Ucrania.
No es la única medida que exige esa mayoría de países, que también consideran que el índice TTF Dutch de Ámsterdam de referencia en Europa no refleja adecuadamente el mercado de gas natural licuado (GLN) y es presa de movimientos especulativos.
Ese bloque quiere, en definitiva, escapar del círculo vicioso en el que ante la falta de gas en la UE suben los precios de venta asumiendo que esas Veintisiete pudientes economías preferirán seguir pagando precios desorbitados antes de arriesgarse a quedarse sin suministro, una vez Rusia casi ha cerrado el grifo del gas.
LOS DETRACTORES
"Todos los ojos están sobre Alemania", había dicho a la entrada la ministra de Energía Bélgica, Tinne Van der Straeten, que promovió la carta a la Comisión y que antes del debate a veintisiete se reunió en privado con el titular alemán, Robert Habeck.
A la salida de la reunión, Habeck advirtió que fijar un precio de compra de gas podría acabar incluso con la Unión Europea.
"Sólo se puede aplicar si dices qué sucede si no llega suficiente gas a Europa. Porque esa es mi contra-pregunta. Y la única respuesta que siempre escucho es que la escasez se repartirá entre toda Europa. Pero no creo que eso se pueda aguantar políticamente, llevaría a Europa a sus límites, probablemente a su fin", argumentó Habeck, que cuenta con Países Bajos como gran aliado.
Alemania y la Comisión prefieren negociar rebajas con Noruega y Argelia, los grandes proveedores de gas por tubería además de Rusia, y también con los suministradores de GLN como EE.UU., Catar o Azerbaiyán.
Mientras tanto, Alemania ha anunciado un plan de 200,000 millones de euros para subsidiar la energía en su país, un monto cercano al PIB de Portugal que ha herido sensibilidades entre los demás socios comunitarios.
El ministro de Luxemburgo, Claude Turmes, pidió directamente a la Comisión que no permita esta "carrera de locos" en que los Estados miembros compiten para subsidiar el gasto energético de sus industrias.
Bruselas, por su parte, ha tomado nota de la creciente presión y la comisaria prometió en rueda de prensa que trabajará "para desarrollar estas ideas".
La Comisión presentará alguna iniciativa antes de la reunión de jefes de Estado y de Gobierno de los países de la UE en Praga el próximo jueves y viernes.
Javier Albisu y Antonio Súarez-Bustamante