La muestra, que se inaugura mañana y se prolongará hasta el próximo 27 de febrero, aporta una perspectiva global, ya que reúne a artistas del mundo occidental y también de Latinoamericana, Asia y Oriente Medio, y abarca diferentes ámbitos: pintura, artes decorativas, danza, fotografía y cine.
"No quiero definir un arte femenino, el arte no debería tener género, pero el hecho es que ha sido así", ha explicado la comisaria de esta muestra, Christine Macel, del Centro Pompidou, en la conferencia de prensa de presentación de la exposición, organizada por el citado centro francés en colaboración con el Guggenheim, y patrocinada por la Fundación BBVA.
Macel ha precisado que "se dio una invisibilización de las artistas por razones sociológicas y educativas, al menos hasta la década de los 80 del siglo pasado; a partir de ahí, este proceso cambió de tendencia. Si hubiéramos incluido el período temporal a partir de ese año, la exposición ocuparía dos museos", ha dicho.
La sueca Hilma af Klint, la libanesa Saloua Raouda Choucair, la austríaca Tess Jaray, la georgiana Vera Pagava, la turca Fahrelnissa Zeid o la libanesa Huguette Caland comparten espacio expositivo con la francesa Louise Bourgeois, la estadounidense Lee Krasner o las españolas Aurelia Muñoz, Esther Ferrer o Elena Asins en una muestra "exhaustiva y compleja, organizada como un relato abierto y cronológico", según ha destacado el director del museo bilbaíno, Juan Ignacio Vidarte.
La comisaria del propio museo y colaboradora en esta exposición, Lekha Hileman, ha resaltado el uso de diferentes técnicas entre las artistas que componen la muestra y ha destacado entre ellas el "arte textil" relacionado con el espacio y concebido como escultura.
Tras recordar que la primera ocasión en las que se expusieron textiles en un museo de arte fue en 1969 en el MoMA de Nueva York, ha citado a la catalana Aurelia Muñoz, quien "sacó el textil del entorno doméstico y decorativo, y lo llevó al terreno del arte".
También está presente en la exposición el "dinamismo" de la escena parisina de la década de 1950 "con combinaciones estilísticas sorprendentes", la "modernidad" de diferentes partes del mundo y la incorporación de los avances tecnológicos a la creación de las obras, así como espacios documentales dedicados a exposiciones "claves", autoras fundamentales de la abstracción y críticas "célebres", especialmente en el contexto de las luchas feministas de los años setenta.
Hileman ha remarcado que esta muestra "reconoce" el papel que los museos y los críticos artísticos han tenido en el eclipse del arte femenino y supone "un oportunidad de rectificar y repensar, no solo en relación a las mujeres sino también a las razas".
La exposición se complementa con un catálogo que incluye cinco ensayos principales, quince ensayos temáticos y textos dedicados a cada una de las artistas, que analizan su enfoque de la abstracción y el contexto educativo, social e institucional en el que trabajaron.