Siguiendo la filosofía de dos de los precursores del arte urbano en Brasil, Eduardo Kobra y los hermanos Pandolfo (Os Gêmeos), Pomb está también "en constante producción", sea en la calle o en su taller de Sao Paulo, situado en el tradicional barrio de Cambuci y donde recibió a EFE.
Desde la pequeña sala que alquila, perteneciente a un complejo educativo abandonado, el joven artista (Brasilia, 1989) explora una creatividad que no se restringe solo a los botes de aerosol. Hace grabados, pinturas al óleo, ilustraciones y esculpe.
Tímido ante las cámaras y conciso en sus respuestas, Pomb, su nombre de guerra en las calles, busca ante todo el propio placer que experimenta al pintar.
"No lo hago para buscar la aprobación de los otros, lo hago para mí. Si le gusta o no a la gente depende de cada uno, es muy subjetivo", reconoce.
El grafitero se graduó en Diseño Industrial por la Universidad de Brasilia y completó su formación en Buenos Aires y Barcelona, donde en 2014 realizó su primera exposición individual. Pero fue en la calle donde se bregó. "Llegué a ser denunciado por las autoridades y tuve que prestar servicio comunitario", recuerda.
Desde inicio de los 2000 en su Brasilia natal, hasta su instalación en la metrópolis Sao Paulo, considerada uno de los principales polos del arte urbano mundial, murales e intervenciones han captado la atención de cada vez más seguidores.
Entre sus obras más aclamadas, sobresale un gigantesco grafiti de 35 metros de altura y 10 de anchura pintado en un muro de un edificio de la Avenida de la Consolaçao, en pleno centro de Sao Paulo, fruto del encargo de una empresa del sector de la movilidad.
El estilo de Pomb cautiva por su variedad de formas y colores. "Brasil es culturalmente muy rico, también en la gastronomía, con una gran variedad de frutas, por eso mi trabajo es también muy colorido, aunque ahora tenga tonos más pasteles, permanece la influencia de colores vivos, de la alegría de las personas de aquí, que se refleja en el arte", sostiene.
Con sus 12 millones de habitantes, la frenética ciudad de Sao Paulo es una inevitable fuente de inspiración para Pomb: "No paran de suceder cosas, hay mucha gente en la calle, muchos autos, muchos autobuses y eso te va envolviendo".
DISEÑADOR, ILUSTRADOR Y ESCULTOR
Pomb ha ampliado su radio de acción fuera de los muros de la urbe. Diseñó unas zapatillas conmemorativas de una famosa marca deportiva e ilustró la portada de la revista Piauí en la edición mensual de junio de 2020, una de las más comentadas en Brasil.
"La Danza", de Henri Matisse, inspiró al joven artista para adaptarla a la realidad brasileña.
Como en el original de Matisse, se retratan a cinco figuras aunque, en vez de estar desnudas, visten la camiseta de la selección brasileña y danzan alrededor de un ataúd, en una crítica velada a la laxa actitud del presidente Jair Bolsonaro y de sus seguidores durante la fase más fatídica de la pandemia.
En su vertiente escultórica, Pomb creó "Azul", un simpático muñequito con rasgos de vampiro que ha resultado un éxito comercial.
"Es un personaje que se alimenta de la ciudad y va variando, a veces, está enfadado, a veces está tranquilo, y su color clásico es el azul", explica.
¿Por qué el azul? "Me trae paz, tranquilidad, aunque también puede ser un color denso. Siempre me asocié muy bien con él. Está relacionado a Brasilia, donde el cielo es muy vasto y consigues verlo desde cualquier punto de la ciudad".
Pomb dialoga con diferentes generaciones de artistas y con otras disciplinas.
En una de las mesas de su taller, reposa un ejemplar del poeta brasileño Manoel de Barros (1916-2014). Y admira el legado de artistas consagrados. La brasileña contemporánea Adriana Varejao (1964) es una de ellas y otro, el español Goya (1746-1828).
"Desde sus grabados sobre toros, a las obras sobre ejecuciones (en alusión a los fusilamientos del 2 de mayo). Es algo muy pesado, muy fuerte, me inspira mucho esa fase sombría, esa técnica cruda", concluye.