Trump y su esposa Melania hicieron una fugaz visita a la sede del máximo tribunal, en cuya escalinata principal se encuentra desde este miércoles el féretro de la célebre jueza, todo un icono del movimiento feminista en Estados Unidos.
Ataviados con sendas mascarillas, Trump y la primera dama se situaron a ambos lados del ataúd de Ginsburg y guardaron apenas un minuto de silencio, mientras los abucheos de la multitud congregada frente al Supremo se hacían más fuertes.
"¡Votemos para que se vaya!", corearon los ciudadanos una y otra vez, hasta que Trump se dio media vuelta y se adentró en el edificio judicial para marcharse.
Quienes le gritaban eran las decenas de personas que esperaban en la fila para acercarse al féretro de Ginsburg, y que cuando se acercó la limusina del presidente también exclamaron: "¡Respeta su deseo!".
Con esa frase se referían al mensaje que la magistrada dejó escrito antes de morir, en el que expresaba que su "deseo más ferviente" era "no ser reemplazada hasta que haya un nuevo presidente", tras las elecciones del 3 de noviembre.
Ginsburg, una de las cuatro jueces progresistas del Supremo, era consciente de que, si Trump la sustituye, puede inclinar firmemente hacia la derecha el equilibrio de poder en la máxima corte, donde apenas quedarían tres jueces de su tendencia ideológica frente a otros seis conservadores.
Trump ha dejado claro que no tiene intención de retrasar su nominación y de hecho planea anunciarla este mismo sábado, tras asegurar que ha reducido su lista de candidatas a cinco, todas ellas mujeres.
La mayoría republicana en el Senado ha confirmado que tiene los votos para aprobar a la nominada de Trump, incluso antes de saber de quién se trata; y aunque quedan menos de seis semanas para las elecciones, el mandatario ha insistido en que su objetivo es haber resuelto el tema para entonces.
Cientos de personas se acercaron entre este miércoles y jueves al Supremo para rendir homenaje a Ginsburg, cuyo féretro se trasladará este viernes al Capitolio, donde se convertirá en la primera mujer funcionaria de EE.UU. a la que se le concede ese honor en el Congreso, antes de ser enterrada en una ceremonia privada.