Es solo una de varias obras similares pintadas a lo largo de la Gran Manzana, pero su emplazamiento a los pies del rascacielos más célebre de Trump, en la lujosa Quinta Avenida, ha desencadenado un choque entre el alcalde demócrata y el mandatario republicano, quien la semana pasada describió el mural como un "símbolo de odio" y lo consideró un gasto innecesario.
"¿Quién construyó esta ciudad, quién construyó este país y nunca recibió el reconocimiento? Cuando decimos que las vidas negras importan no se puede hacer una declaración más patriótica, porque no hay Estados Unidos sin los negros de Estados Unidos", dijo este jueves De Blasio al llegar a la calle 57 para "explicarle a Trump lo que significa" ese mensaje, brocha en mano.
En una breve intervención, el alcalde pintó una de las dieciséis letras junto al presidente del distrito de Brooklyn, Eric Adams, y el líder cívico Al Sharpton, pero la mayor parte del trabajo la realizó un grupo de jóvenes activistas que no dejaron de corear los lemas "sin justicia no hay paz" y levantar el puño, como en las protestas por la muerte violenta de George Floyd.
Ataviados con camisetas en las que se leía "yo soy la paz", los jóvenes pertenecían a la organización antiviolencia Street Corner Resources, que hace de mediadora en conflictos y ha asesorado a la Alcaldía en sus reformas policiales para combatir el racismo, incluyendo la derogación de una ley de "inmunidad" para agentes y la reducción de 1.000 millones de dólares al cuerpo de seguridad.
La fundadora de la organización, Iesha Sekou, quien bromeó con haberse "manchado la ropa" pintando ya en tres murales, explicó que el objetivo de la acción era "lanzar un mensaje subliminal de paz para que a la gente se le quede en la mente" el concepto de que los afroamericanos "importan" y, sobre todo, forjar un futuro mejor para las nuevas generaciones en EE.UU.
"Estoy aquí por ellos, para que tengan un papel en la historia y no solamente la vean en las noticias. Esto puede encender una mecha y quien lo vea quizás diga: quiero ayudar", sostuvo esta mujer, que en lo personal lamenta tener que explicar a sus nietos lo que es la violencia policial y reivindica que "deberían poder ser simplemente niños".
"Ahora importamos y todos los ojos están puestos en nosotros. Cuantas más cámaras haya, más ojos viendo situaciones que no son normales, situaciones de brutalidad", agregó.
El mural atrajo la mirada de muchos curiosos, como Herman Smalls, un vecino de Harlem que se coló detrás de las numerosas cámaras de la prensa cargando un carrito con su hija plácidamente dormida y logró tomar imágenes de la obra desde un lugar privilegiado.
"Esto es muy emocionante, pero si no cambian las políticas volveremos a estar aquí el año que viene, y el siguiente, cuando otra persona negra sea asesinada por la Policía. Esto (el mural) no puede ser todo", dijo a Efe.
La pintada también convocó una minoría discrepante tanto con el alcalde, al que le gritaron "estúpido" de lejos, como con el movimiento antirracista, con un grupúsculo de personas que gritaron "todas las vidas importan" y "Trump importa" encarándose con los jóvenes negros, quienes intentaron dialogar sin demasiado éxito.
Tras la discusión, que no alcanzó consenso pero tampoco causó mayor problema, una mujer blanca se colocó su mascarilla con el lema de campaña de Trump, "Make America Great Again", y se escabulló entre los últimos simpatizantes reunidos en una Quinta Avenida más diferente que nunca, con las tiendas tapiadas o medio vacías y arte callejero en su calzada.