El traje masculino se impone en París como la solución al despilfarro

Los principales impulsores del estilo urbano lo dieron este jueves por muerto en la pasarela de París, donde las firmas Louis Vuitton e Issey Miyake se preocuparon por renovar el traje masculino de sastrería como una forma de escapar de la vorágine consumista.

Etiquetas: 

Difícil de creer que haya sido el diseñador Virgil Abloh, el exitoso director creativo de Vuitton para hombre, quien haya decidido dar esquinazo a las deportivas, los chándales y la estética callejera, pues fue él mismo quien introdujo este concepto en pasarela y dio la vuelta a los principios de la moda masculina.

Abloh, amigo y colaborador del rapero Kanye West, ídolo de milenials y diseñador omnipresente -acaba de lanzar una colección limitada de botellas de agua con la marca Evian tras un año de colaboraciones con Ikea y Nike-, parece el principal afectado por la velocidad de la industria.

"La idea popular del estilo urbano insta a una redefinición del término", señaló la marca en una nota que recibieron los invitados al desfile de la colección otoño-invierno 2021, que se presentó en el marco de la semana de la moda hombre de París.

El desfile tuvo lugar en una instalación efímera en el Jardín de las Tullerías, donde Vuitton vistió las paredes de un despejado cielo con nubes blancas, como si fuera un cuadro de René Magritte.

El surrealismo fue uno de los motivos de la colección, cuya invitación al desfile era un reloj de pared con el logo de la firma que funciona al revés.

Este movimiento artístico inspiró a Abloh a soñar con una transformación del traje que pasa de ser el signo por excelencia del corporativismo a un símbolo de artesanía y creatividad.

Así, en cerca de medio centenar de estilismos, el armario de Vuitton volvió al fondo de armario con trajes de sastrería rectos, una silueta ligeramente cónica (marcada en hombros y cintura y muy ajustada en los pantalones) y los combinó con una serie de botas y deportivas en piel, modernizadas con tiras de velcro, como si fueran sandalias.

Abloh no abandonó del todo las introducciones que ha hecho en la marca desde su llegada, en junio de 2018, y retomó los arnés -también en sastrería-, los accesorios con múltiples bolsillos y los abrigos de lujo, con gabardinas de pelo, chaquetas de ante grabadas con el logo de Vuitton y accesorios gigantescos.

Si en su última colección bordó los pantalones y camisas con románticas flores, en esta ocasión fueron los encajes y los volantes los que suavizaron la colección en camisas bohemias que se llevaron en pantalones con fajín, y una serie de americanas con volantes en la solapa, de inspiración flamenca.

En esto, se apreciaba la que parece ser la nueva convicción del diseñador: la muerte del estilo urbano y el éxito de lo "vintage".

"¿Cuántas camisetas más podemos tener, cuántas sudaderas, cuántas deportivas? Creo que lo que va a pasar es que vamos a expresar nuestros conocimientos y nuestro estilo personal con piezas 'vintage'", dijo Abloh en diciembre en la revista "Dazed".

Al cierre del desfile, Abloh salió a saludar al público -entre quienes se encontraba la modelo Bella Hadid y el cantante J Balvin- y se vio mucho más delgado que en sus últimas apariciones, un estado que arrastra desde que en septiembre se viera obligado a retirarse un mes por agotamiento laboral.

Nadie mejor que él para indicar que la moda necesita levantar el pie del acelerador.

A quien le ha ido bien en ese camino es a la firma japonesa Issey Miyake que ha optado por dejar de presentar en pasarela la colección de temporada y mostrar las creaciones de sus clásicas piezas plisadas, reinventadas con nuevos estampados y cortes, en un nuevo espectáculo coreografiado por el estadounidense Daniel Ezralow.

"Miro la ropa y me pregunto qué pretende transmitir el equipo de creación, y esta colección decía 'Jazz'. Entonces pensé, metamos música en directo y dejemos que el sonido de la música mueva al cuerpo que viste Issey, y esa fue la energía que usamos", explicó Ezralow a EFE.

El equipo de músicos y bailarines fueron los encargados de lucir las prendas, trajes de chaqueta plisados que variaron del negro al blanco o el burdeos, con estampados abstractos en unos casos y geométricos en otros.

La intención no era solo la de transmitir energía, sino probar que el traje no tiene por qué limitar el movimiento, por muy exagerado que este sea.