Deborah Dultzin, del Instituto de Astronomía (IA) de la UNAM, señaló en un comunicado que viajar a través de un agujero negro es matemáticamente posible, pero físicamente imposible, pues no todo lo que las ecuaciones muestran se puede llevar a cabo en la naturaleza.
Destacó que hoy se sabe que, además de los producidos por la muerte de estrellas más masivas, existe otro tipo de hoyos negros que son supermasivos (miles de millones de veces la masa del Sol) ubicados en el centro de cada galaxia.
El que se encuentra en la nuestra, indicó, es 10 mil veces la masa de nuestro Sol. Afortunadamente no está activo y no produce la misma cantidad monumental de energía que un núcleo activo o un cuásar (fuente astronómica de energía electromagnética, que incluye radiofrecuencias y luz visible).
Su fuerza actúa como lo planteó Isaac Newton: disminuye con el cuadrado de la distancia en la que se encuentra.
Para que se vuelva activo necesita alimentarse de gas o estrellas (al menos el equivalente de una masa del Sol durante cada año).
Esa energía de origen gravitacional es emitida por gas antes de caer al hoyo negro.