“Analizamos, sobre todo, las plantas no medicinales y, en menor medida, las medicinales. Éstas representan aproximadamente 10 por ciento de las que crecen en el país”, dijo el secretario técnico del IQ, Baldomero Esquivel Rodríguez, en un comunicado de la UNAM.
Muchas de uso medicinal con valor comercial se pueden encontrar en los mercados, sin embargo, ahí suelen sufrir un proceso de adulteración, o bien, se venden picadas, lo que impide su plena identificación.
“Por ejemplo, en México se les da a los infantes anís estrella para los cólicos. Con relativa frecuencia es adulterada con otra especie muy tóxica que físicamente se le parece.
“Sólo un experto puede diferenciar una de otra. Ahora bien, nosotros estudiamos plantas provenientes de mercados, siempre y cuando un especialista nos garantice su autenticidad y pureza. Cuando se trabaja con ellas, hay que ser cuidadosos”, advirtió.
La mayoría de las que se estudian en el IQ son recolectadas en los sitios donde crecen como selvas, montañas o las orillas de una carretera, entre otros.
De acuerdo con el investigador, en cualquier análisis es fundamental saber con exactitud con qué plantas se trabaja, pues aunque casi todas las que hay en México crecen solo aquí, algunas quizá ya fueron analizadas por extranjeros o son originarias de otros países.
“Para tener la certeza de que no se ha estudiado antes, o para enterarnos de lo que se ha descubierto en relación con una planta, necesitamos conocer su identidad, hasta el género y la especie”, indicó Esquivel Rodríguez.
Desde la época prehispánica, en México se usan plantas medicinales, incluso muchas de éstas se tienen registros históricos y en algunos códices aparecen dibujadas con una descripción que permite saber para qué eran útiles.
Lo anterior llevó a los químicos a analizarlas y buscar los compuestos que les confieren actividad biológica y las hacen eficientes.
“Contamos con una serie de bioensayos que nos ayudan a saber si una sustancia es antiinflamatoria o si inhibe la división de células cancerosas, por nombrar dos casos. Así podemos confirmar si aquellas con cierta fama curativa contienen realmente compuestos que justifiquen su uso desde el punto de vista científico”, abundó.
Además de los laboratorios de productos naturales, el IQ tiene uno de pruebas biológicas donde se ensayan esas sustancias, lo que constituye su proceso básico.
Antes de que se puedan transformar en un fármaco, deberán pasar por diversas etapas que ya no están de manera directa relacionadas con la actividad de los químicos.
Esquivel Rodríguez comentó que todas las investigaciones orientadas en aprovechar y conservar la biodiversidad vegetal de México deben considerarse prioritarias.
“Es oportuno señalar que, según estudios, del total de entidades químicas usadas para tratar enfermedades humanas, los productos naturales que se aíslan de plantas o de microorganismos representan de 48 a 50 por ciento”, añadió.
En el IQ se planea estudiarlas bajo una perspectiva más rápida e integral, con una técnica llamada metabolómica, pues en lugar de separar componentes individuales para conocer el perfil químico, se podrá trabajar con las mezclas de compuestos.
“En la actualidad se traen varios kilogramos de una planta y se dejan secar. Dos kilogramos de una fresca se convierten en uno al secarse. Con la metabolómica, técnica que el Instituto tendrá a mano a finales de año, reduciremos sensiblemente lo que requerimos.
“Esto tiene una connotación importante en cuanto a la conservación. Con una cantidad cada vez más reducida podremos hacer el estudio, y si en el perfil químico encontramos sustancias con una actividad sobresaliente, podremos trabajar con porciones mayores”, puntualizó Esquivel Rodríguez.