Niños desnutridos, la otra cara de la guerra en la República Centroafricana

Estos días en Washington se celebra una gran conferencia internacional en la que se tratan los problemas más acuciantes de África. Un ejemplo de ello es lo que ocurre en la República Centroafricana, donde tras 18 meses de guerra civil el país se encuentra ante una catástrofe humanitaria y cada semana son más los niños que pasan hambre.

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Edith Kamnon tiene cinco años y está en un hospital, con la mirada perdida. El pijama a rayas que lleva le baila en su esquelético cuerpo. Una desnutrición severa, agravada por una infección pulmonar y diarrea ponen en riesgo la vida de la pequeña.

Y su madre, Annie Dambita, no puede esconder su desesperación. Desde que el grupo de rebeldes musulmanes Seleka se sublevaron en diciembre de 2012 y derrocaron al gobierno, Dambita no ha podido trabajar en sus campos en la localidad de Yombo, a 25 kilómetros de la capital, Bangui.

Su marido fue asesinado durante un ataque insurgente hace algunos meses y se ha quedado sola con sus seis hijos. "No hay nada para comer, sólo barro", afirma esta mujer de 30 años, vestida con una vieja camiseta y una tela que cubre sus piernas.

Los 18 meses de violencia sectaria entre los ex rebeldes y la milicia cristiana anti-Balaka han sumido a la República Centroafricana en una grave crisis. Miles de personas han sido asesinadas y el conflicto ha causas más de un millón de desplazados.

Una de cada dos personas en este amplio país de 4.6 millones de habitantes necesita ayuda humanitaria, según Naciones Unidas. Mucha gente sobrevive con solo una comida al día.

A pesar de que a finales de julio se firmó un alto el fuego, la República sigue bajo control de grupos armados. La presencia de cascos azules (unos 2,000 franceses, 6,500 africanos y 800 europeos) ayudó a contener la violencia, pero los civiles siguen sufriendo las atrocidades cometidas por ambas partes del conflicto.

Y la situación está a punto de empeorar. Se avecina una importante hambruna porque la mayoría de agricultores no pudieron sembrar sus campos este año a raíz de los combates.

La ONU está preocupada por un potencial brote de cólera, sobre todo entre los desplazados, a raíz de la temporada de lluvias potenciales. "Tenemos que actuar antes de que la lluvia agrave esta trágica situación. No debemos esperar hasta que las imágenes de niños esqueléticos y con drástica pérdida de peso documenten nuestro fracaso y negligencia", dijo el responsable del Programa de Alimentos de la ONU en el país, Ertharin Cousin.

El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) registró 10,000 casos de desnutrición en niños en todo el país. Cerca de un 20 por ciento sufren otras complicaciones, entre ellas sida, malaria, tuberculosis, neumonía, anemia o diarrea.

El único hospital pediátrico del país se encuentra en Bangui y está completamente desbordado. A diario ingresan 15 nuevos casos de desnutrición severa y las cifras no dejan de crecer, dijo la pediatra Esperance Touane.

A los niños se les coloca de a dos o tres en una cama. Otros son acogidas en una suerte de tienda de campaña instalada en el polvoriento patio del hospital.

A pesar de la multitud, impera una escalofriante quietud. La mayoría de niños están demasiado débiles para llorar. Yacen dócilmente sobre viejos colchones o están desplomados en el regazo de sus madres, incapaces de mantener en alto la cabeza, que parece demasiado larga para sus delgados cuerpecitos.

"Muchos llegan cuando es demasiado tarde. Uno de cada cinco muere aquí", dijo Touane. "La situación es extremadamente preocupante. Esperamos lo peor".

En una de las tiendas se encuentra Sandra Koesse, de 23 años, que está en una cama con su hija de seis años Maiva y su bebé de cinco meses Lucien. Ambos hijos sufren desnutrición aguda, así como de fiebre e infección en el pecho. La madre tiene un aspecto cadavérico.

Koesse sabe que aun cuando sus hijos se curen, sus posibilidades de sobrevivir seguirán siendo escasas mientras continúe la guerra civil.

Desde que la casa familiar fue quemada durante un ataque rebelde, esta mujer y sus hijos han vivido en el bosque a las afueras de Bangui, intentando sobrevivir de plantas y algunos alimentos que les daban.

El subdesarrollo ha sido crónico durante décadas en este país asolado por la pobreza, donde uno de cada tres niños está por debajo del peso que debería, según Unicef. La nación es una de las menos desarrolladas del mundo (se encuentra en el puesto 185 de los 187 países del infomrme de Desarrollo Humano de la ONU en 2014).

El actual conflicto ha provocado que la inseguridad alimentaria y la hambruna llegue a niveles drásticos. "Desde enero tenemos hemos cuatriplicado los ingresos de niños desnutridos", dijo el vicerepresentante de Unicef en el país Judith Leveillee. "La República Centroafricana se ha convertido en uno de los peores lugares del mundo para que los niños crezcan". (DPA)