Este es el principal mensaje este domingo en su discurso de cierre del congreso de la Agrupación Nacional (RN) en Perpiñán con el que, sin sorpresas, cerró filas en su partido ante los que pudieran estar tentados de cuestionar una estrategia que no solo no le ha permitido conquistar ninguna región, sino que le ha llevado a perder a un 30 % de sus representantes.
Defendió la transformación que ha llevado a cabo en la formación desde que en 2011 recuperó la herencia de su padre, Jean-Marie Le Pen -entonces se llamaba Frente Nacional (FN)-, con el que rompió políticamente para distanciarse de sus provocaciones y de sus tics más extremistas.
"Nuestra evolución -dijo- se encarna en lo que se ha convertido la Agrupación Nacional, un partido abierto a todos, un partido creativo y audaz, un partido exigente con sí mismo. No daremos marcha atrás, con todo el respeto que tenemos por nuestra historia. No volveremos al Frente Nacional".
Para ella, las posiciones de la RN "contra la inmigración masiva", contra el islamismo o contra la globalización han puesto en evidencia que la "mayor victoria en los últimos diez años es una victoria ideológica casi total".
Ni siquiera se privó de señalar que "la crisis de la covid ha mostrado que teníamos razón en la necesidad de conservar una soberanía industrial, y sobre todo sanitaria".
Según su análisis, las elecciones presidenciales de la próxima primavera no serán tanto "una cuestión de personas" -es decir un potencial nuevo pulso entre ella y el actual jefe del Estado, Emmanuel Macron, como en 2017-, sino "una confrontación de ideas".
Una forma de decir que tiene intención de continuar con el llamado proceso de "desdiabolización" para que su candidatura deje de dar miedo a una parte importante del electorado que quiere que olvide sus orígenes y sus raíces ultraderechistas y se fije solo en sus propuestas, que considera asumibles por la mayoría.
Entre esas figuras, por delante de todas, la lucha contra la inmigración. Por eso promete, en caso de ser elegida presidenta, someter a referéndum un texto de ley para restringir el acceso a la nacionalidad francesa, limitar el reagrupamiento familiar o poner fin a lo que llama "el escándalo" de los menores migrantes, que dice que le cuestan a Francia 50,000 millones de euros.
Igualmente, la idea de que "el Estado debe recuperar su función primera, que es organizar la seguridad de los franceses". Una seguridad que no se limita a la de las personas y los bienes, sino también la "educativa, social, económica, sanitaria, informática o geopolítica".
Una de sus bestias negras es la Unión Europea, a la que no duda en calificar de "dictadura muy ideológica" y a la que reprocha su deriva federalista y que quiera aplicar el Pacto para la Inmigración y el Asilo, que a su juicio "es un pacto de sumersión que permitirá instalarse en Europa a 70 millones de inmigrantes potenciales".
El duelo por conquistar el Elíseo pretende plantearlo, precisamente, en términos de confrontación de "los nacionales contra los progresistas o los localistas contra los mundialistas".
Sin sorpresas, Le Pen fue reelegida este domingo por cuarta vez consecutiva presidenta de la RN con más del 98 % de los votos. No había ninguna candidatura de oposición.
El congreso sirvió también para la designación de su brazo derecho, el joven eurodiputado Jordan Bardella, como vicepresidente primero. Será él quien le sustituya temporalmente al frente de la formación ultraderechista cuando Le Pen deje las riendas en septiembre para consagrarse por entero a la campaña.
Bardella se enfrentaba por ese puesto al alcalde de Perpiñán -la única ciudad de una cierta relevancia en manos del partido-, Louis Aliot, que fue la pareja de la presidenta y que en cualquier caso estará en lo alto de la jerarquía de la formación también como vicepresidente.