Investigadores del Proyecto Templo Mayor del Instituto Nacional e Antropología e Historia (PTM-INAH) han revelado distintos aspectos de los usos que se le dio dentro del Recinto Sagrado de Tenochtitlan y su devenir como símbolo patrio.
El arqueólogo Israel Elizalde Mendez explicó que hace más de 500 años la presencia del Aquila chrysaetos canadensis en el centro y norte del actual territorio nacional permitía su captura por personas que ascendían hasta la cúspide de los árboles en busca de los nidos y se apropiaban de las crías.
Recuerda que, tal como lo aseguró fray Bernardino de Sahagún y Diego Durán, las aves eran transportadas a Tenochtitlan y a su llegada a la ciudad eran mantenidas en jaulas hechas de barrotes de madera, y recubiertas con redes, en donde se les brindaba protección y cuidados durante largos periodos.
Lo anterior ha sido comprobado a través de la evidencia arqueológica, ya que junto con su colega Ximena Chávez Balderas, con quien elaboró un profundo ensayo publicado en el libro “Escudo Nacional. Flora, fauna y biodiversidad”, ha analizado esqueletos de águila real completos e incompletos, en ofrendas del Templo Mayor y edificaciones aledañas.
Tras 40 años de investigaciones por parte del Proyecto Templo Mayor se han recuperado 45 itzcuauhtli o cuauhtli, como se les conoció entre los pueblos nahuas, localizadas en 27 ofrendas, de las más de 200 excavadas hasta el momento por el PTM y el Programa de Arqueología Urbana (PAU).
Además, se han recuperado punzones de autosacrificio elaborados con huesos de esas aves. En total se han recuperado 12 piezas que podrían corresponder a algunas de las águilas que se enterraron desmembradas, se señaló en un comunicado.
Ambos especialistas precisan que las águilas completas se inhumaron en la plataforma del Huey Teocalli (Templo Mayor) y principalmente en la Plaza Oeste, mientras las pieles y los desechos obtenidos durante su uso ritual se enterraron en los edificios ubicados al norte del gran templo y en la Plaza Oeste.
“(La distribución) podría aludir al sol descendente su vínculo con ese astro es ineludible, ya que la mayoría fueron emplazados en asociación a la mitad sur del Templo Mayor, dedicado al numen guerrero y solar, Huitzilopochtli”, detallaron los especialistas.
Añadieron que cuando fue poco antes de la llegada de los españoles, de 1486 a 1520, cuando se utilizó un mayor número de ejemplares traídos tanto de tierras lejanas como criados en cautiverio, y su uso se intensificó durante el periodo expansionista.
En la Matrícula de Tributos y el Códice Mendocino se narra el pago de tributo con águilas reales vivas, provenientes de las provincias de Xilotepec (Estado de México) y Oxitipan (hoy Ciudad Valles, San Luis Potosí), y a su llegada a Tenochtitlan eran mantenidas en el palacio del gobernante, dentro del Totocalli o “Casa de las aves”.
Los arqueólogos refirieron que cuatro aves del género Tyrannidae pudieron servir como alimento para uno de los ejemplares de águila descubierto en la Ofrenda 6, similar al caso registrado en la Ofrenda 125, donde las águilas, una hembra y un macho, fueron alimentadas con codornices. Ambas rapaces fueron depositadas portando ajorcas de cascabeles de cobre y oro, y un pectoral de concha.
“Cuando se enfermaban eran cuidadas por especialistas, esto podría explicar que encontremos evidencia de ejemplares que no fallecieron prematuramente”, expuso Elizalde Mendez.
Complementó que se han registrado fracturas alares antemortem que incapacitaron el vuelo de varias aves, así como enfermedades infecciosas crónico-degenerativas que permiten inferir su permanencia en cautiverio para sobrevivir en condiciones tan adversas.
Elizalde Mendez y Chávez Balderas dijeron que las águilas incompletas presentan un tratamiento póstumo visible en los restos óseos, que la manipulación de sus cuerpos fue muy diversa ya que se observan marcas de raspado, huellas de corte que se hicieron con el fin de descarnarlas y reutilizarlas como pieles.
Refirieron que la Ofrenda 126 representa un caso sui generis, ya que fueron inhumadas al menos cinco águilas reales incompletas, junto con otros animales, y todos sus restos corresponden al desecho obtenido durante la preparación de sus pieles.
Los arqueólogos concluyeron que el análisis de los restos de águilas reales descubiertos en contexto arqueológico, ha resultado una oportunidad única para develar incógnitas relativas a la economía, la religión y las interacciones entre la fauna y los humanos en la antigua Tenochtitlan.